Paysandú, Viernes 09 de Enero de 2009
Opinion | 08 Ene La conjunción de sequía y elevadas temperaturas propias del verano es una mala combinación para la prevención de incendios, y si a ello agregamos la actitud desaprensiva de algunos ciudadanos convendremos en que no puede extrañar, conociendo nuestra idiosincrasia, que en estos días estemos sufriendo una seguidilla de siniestros que felizmente no han generado consecuencias para la integridad física de los vecinos, pero sí cuantiosas pérdidas materiales y amenazas para quienes residen en el entorno.
En esta situación complicada en Paysandú estamos en presencia de un factor agravante que ya es crónico, que queda de manifiesto cuando la demanda exorbita las posibilidades de respuesta, y que es sin dudas la escasez y precariedad de medios con que se desenvuelve el Destacamento de Bomberos de Paysandú.
Y el carácter crónico pasa a ser agudo cuando se dan los factores a los que nos referíamos en este verano, como queda expuesto en las crónicas policiales que dan cuenta de sucesión de siniestros de entidad, y muchos otros de menor significación que al ser controlados rápidamente por los propios vecinos no requieren la atención de los soldados del fuego.
Hace ya mucho hemos advertido desde estas páginas que en medio de estas carencias la ciudad está expuesta a que en caso de desatarse un incendio de grandes dimensiones -- que ojalá nunca ocurra-- el cuerpo de Bomberos no tiene capacidad real de contenerlo, aún en actuación coordinada con otras instituciones y empresas del medio que puedan aportar equipos y personal, así como la colaboración de otros destacamentos de la zona, inclusive de Colón.
Como es sabido, la respuesta rápida y efectiva para atacar el siniestro desde sus inicios es la única alternativa posible para más o menos disimular esta deficiencia estructural, pero nada indica que efectivamente se podrá hacer en tiempo y forma si por ejemplo el siniestro se desata en medio de un escenario como el actual, que estadísticamente es cuando se genera la posibilidad mayor de que ocurra.
Pero ante un incendio de grandes dimensiones la coordinación de preparativos implicaría un período relativamente largos para contar con equipos y personal de otros organismos, en una etapa crucial para controlar la extensión del siniestro y la consecuente afectación de áreas adyacentes, sin olvidar zonas rurales con grandes áreas forestadas. Paysandú ya ha tenido algunas experiencias de incendios que aunque no tan grandes han causado serios daños antes de ser controlados, tras largo esfuerzo y acciones de coordinación que igualmente resultan lentas para la respuesta que se necesita, y el único organismo que está en condiciones, por formación y competencia, de actuar en tiempo y forma, es el cuerpo de Bomberos.
Por lo tanto es vital dotar a esta dependencia del Ministerio del Interior de los recursos de los que actualmente carece en Paysandú, que solo pueden ser suplidos parcialmente con un gran despliegue y esfuerzo del personal, pero siempre con el síndrome de la sábana corta, desde que ante la simultaneidad de siniestros es preciso atender prioridades y ello significa durante cierto período dejar librada a su suerte a quienes han tenido doble mala suerte de ser afectados y encima tener que aguardar que se termine de atacar un foco para poder volcar el máximo de recursos a controlar otro. Y como en todos los órdenes, la actitud desaprensiva e irresponsable de parte de la población es factor detonante de la mayoría de los incendios, a veces por quema de malezas o basurales que en estas condiciones es suicida, por fogones y fuegos que se hacen desoyendo las recomendaciones y normas incluidas en el Edicto del Fuego, cuando se deja también que menores y aún mayores se dediquen a juegos de pirotecnia sin medir consecuencias.
Y por si esto fuera poco, también nos encontramos a menudo con actos de vandalismo, lo que indica que además de requerirse mayor equipamiento y personal para Bomberos, debe a la vez ponerse énfasis en la concientización de la población respecto a las consecuencias de estos actos irresponsables, sin olvidar la parte punitiva, como establecen las normas, para quienes tienen estas actitudes contra el prójimo.
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