Paysandú, Sábado 10 de Enero de 2009

Entre la payasada y la plaga

Opinion | 10 Ene Cada vez más aislados en su propio terreno, los activistas de la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú están gastando sus últimos cartuchos en procura de justificar lo injustificable en base a repetir eslóganes y amenazas. Su problema no es solo que son minoría en la población de su ciudad y su provincia, sino que también los gobernantes nacionales y provinciales le van tomando el pulso a la opinión pública hastiada y han salido a cuestionarlos directamente, como antes no se atrevían a hacerlo.
La medida de fuerza ha ido gradualmente cayendo contra de sus promotores, que en un exceso de confianza y soberbia creyeron que era posible doblegar al pueblo y gobierno de nuestro país para que fuera expulsada la empresa Botnia, basados en sus posturas extremistas de supuesta contaminación, sin atender más razones que las propias.
Tamaña inconciencia y delirio han ido saturando a los argentinos, aún a aquellos que de buena fe consideran que están defendiendo realmente el medio ambiente, y ya son muy pocos fuera de la asamblea los que creen que por esa vía llegarán a otra cosa que no sea seguir causando perjuicios hacia adentro y hacia afuera de su país, mientras contrariamente a los postulados que reivindican, los muestreos revelan que el agua del río Uruguay no acusa la escalofriante contaminación que auguraban.
El intendente de Colón, Hugo Marsó, quien desde hace tiempo ha cuestionado a los activistas por sus métodos de lucha, declaró a una radio de su provincia que “he leído declaraciones de un dirigente gremial que dice que los que cortan rutas son una plaga y yo estoy absolutamente de acuerdo con esta expresión. Hemos tenido dos plagas en este tiempo: una cortaba rutas y desabastecía y la otra la estamos soportando y la componen unos pocos trasnochados que seguramente no tienen conciencia del perjuicio que causan”.
En este último aspecto, y a la distancia, nos permitimos discrepar con el intendente: saben perfectamente el daño que causan, pero no les importa. Como todo extremista, la prioridad es la causa que dicen defender y consideran que las consecuencias negativas son meros efectos colaterales que se dan en toda guerra, lo que es válido cuando se está luchando por determinado objetivo, según su óptica.
Este razonamiento retorcido y totalitario es el que prima en la desmembrada asamblea, copada por los que van quedando, que son los más extremistas y que tienen poco y nada que hacer, a juzgar por el tiempo que dedican al bloqueo de la ruta que lleva al puente General San Martín.
Lo señaló sin ambages el dirigente gremial al que se refería el jefe comunal colonense, Ramón Dolores Luna, secretario general de los Gastronómicos de Concordia, al afirmar que “evidentemente algunos dirigentes de la asamblea ambiental de Gualeguaychú siguen siendo lo que siempre fueron: unos lúmpenes que antes se divertían emborrachándose en las peñas y ahora han encontrado la razón de su vida en joder a los demás”.
Agregó que “es una payasada que en momentos en que todos hacemos un gran esfuerzo para que la crisis global nos haga el menor daño posible, y en eso estamos juntos trabajadores argentinos y uruguayos, la irresponsabilidad de unos pocos pone en riesgo muchas fuentes de trabajo en el sector turístico, comercial y productivo”.
Precisamente el solo anuncio de que seguirán los cortes de ruta, y la idea de que puedan en algún momento cortar los puentes Paysandú - Colón y Concordia - Salto, --si es que consiguen dos o tres personas en cada lugar para hacerlo--, ha servido para que muchos porteños, por si acaso, desistieran de pasar sus vacaciones en Entre Ríos, que tiene en este sector una gran fuente de recursos.
Es decir que si alguien en la otra orilla tenía alguna duda, porque de este lado del río siempre tuvimos una percepción más o menos clara de cómo eran las cosas, el devenir de los acontecimientos ha servido para que cayeran las últimas anteojeras de quienes se negaban a aceptar la realidad. Al mismo tiempo han quedado inútiles los disfraces de los seudo ambientalistas que querían hacer creer que estaban preocupados por el interés general, cuando solo pretendían arrastrar a todos en sus fantasías y delirios, como si fueran la verdad revelada.


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