Locales | 07 Ene Don Ramón nació en la casa familiar el 3 de enero de 1909 a las 7 de la tarde, en Costa del Águila –departamento de Soriano- donde su padre era hacendado. Fue el menor de nueve hermanos, hijo de Manuela Del Valle (35) y Félix Coello (39).
INFANCIA Y JUVENTUD
Concurrió a la Escuela Nº 12 de Colonia del Rey, localidad cercana a su casa y al finalizar el ciclo escolar, como era el mejor alumno de su promoción la maestra directora, Josefa Luzarreta de Comila, lo preparó para presentarse a un concurso de oposición para una beca otorgada por departamento, a estudiar Magisterio en el Instituto Normal de Varones en Montevideo.
Rindió examen en el Liceo Nº 1 de Mercedes, fue el único aspirante proveniente de una escuela rural y sin haber cursado el Liceo, acreditó los conocimientos necesarios y un tribunal de cinco profesores por unanimidad, le concedió la beca.
Recuerda que era el año 1924, tenía 15 años y viajó solo en tren a Montevideo para estudiar. Allí se estableció en la pensión “La Vascongada” en Convención 1420. A efectos de ganarse algún jornal, dado el escaso apoyo económico que podía proveerle su familia desde Soriano, trabajaba como ayudante en un kiosco de venta de diarios y revistas ubicado en las inmediaciones de la pensión.
Era el año cuando la Selección Uruguaya de Fútbol obtuvo el primer Campeonato Olímpico de Amsterdam, hecho que recuerda en detalle así como los festejos que hubo en Montevideo una vez conocida la feliz noticia –vía telegráfica– y difundida por la radio. En el centro de la capital circulaban los tranvías eléctricos –con los números 39, 40 y 41– como medio de transporte ciudadano, que unían el centro con La Unión. Al otro lado de la ciudad se construía el Palacio Salvo.
Don Ramón estuvo dos años en Montevideo y luego decidió dejar los estudios magisteriales porque no era su vocación. Lo suyo eran los números, entonces regresó a Mercedes y estudió Contabilidad y Administración de Empresas por correspondencia desde Buenos Aires. Realizó diferentes trabajos y en 1938 vino a trabajar a Paysandú.
El 25 de enero de 1943 se casó con María Delia Pérez con quien ha cumplido 66 años de feliz matrimonio, vecina de su pueblo en Soriano, para radicarse definitivamente en Paysandú. Vivieron primero en la zona de la Escuela 15, luego en Avenida de las Américas y Bulevar Artigas, siempre con amplios espacios, para afincarse definitivamente en 1956 en Pueblo Esperanza donde viven en la actualidad, y es el vecino más anciano del lugar.
Trabajó allí desde el año 1938 con Ángel Perroni en su establecimiento comercial, además llevaba la contabilidad de la empresa de don Ricardo Perroni de Agencia Ancap y venta de repuestos y productos agrícolas. Cuando fueron vendidas estas empresas en 1963 y se formó la Cooperativa Agropecuaria Esperanza Limitada (CAEL), pasó a trabajar en ella durante sus 12 años de existencia, y posteriormente, cuando fue adquirida por Moisés Dorfman, continuó con las tareas administrativas hasta su jubilación. Aún hoy es capaz de realizar todas las operaciones aritméticas sin apoyo de la calculadora y ha sido siempre un gran lector.
El matrimonio tiene tres hijos, Teresita, Félix y Heber Coello Pérez, que le han dado ocho nietos: Nury, Carol y Fabián Guilleminot Coello, Carla, Maximiliano, Paola, Virginia y Guillermo Coello y tres bisnietos: Manuel Mendoza, Federico Minetti y Florencia Guilleminot.
SU CUMPLEAÑOS
Durante el día de su cumpleaños recibió junto a su esposa Delia (93) en su casa de Esperanza, la visita de numerosos familiares amigos y vecinos viajando especialmente para la celebración sus cuñadas y sobrinos desde Mercedes, Buenos Aires y Montevideo.
En un almacén de la zona, la dueña escribió en un pizarrón “¡¡¡Feliz cumpleaños Don Ramón, 100 pirulitos !!!”
El domingo 4 en el salón de fiestas de AEBU, su familia y amigos íntimos celebraron el aniversario compartiendo almuerzo criollo a su pedido con chorizos, asado y las clásicas ensaladas de tomate y lechuga. Luego sirvieron postre helado, para culminar con el encendido de las tres velas que integraban la orgullosa cifra “100”, al cantarle “Cumpleaños feliz”. Atendido por hijos y nietos, la cálida reunión familiar fue compartida durante varias horas, en momentos de reencuentro por varios años postergado.
En pantalla gigante fueron proyectadas fotos de su vida familiar y laboral, comenzando en su etapa escolar con la clásica foto de aquellos años en el escritorio de la maestra con fondo del Pabellón Nacional, su boda, cumpleaños, actividades laborales y enseñando a caminar a sus bisnietos, todo lo cual emocionó mucho al homenajeado.
Muy gratos momentos vividos con un entorno decorado en colores violeta y blanco en el que destacaban los racimos de globos y centros de mesa de copas de champán con espigas de trigo al tono sostenidas por bolillas de gel azul.