Paysandú, Viernes 16 de Enero de 2009
Opinion | 16 Ene En la última semana dos hechos violentos contra médicos por su condición de tales captó poderosamente la atención pública por lo inusual. En Salto, el neurólogo Pedro Gaudín fue asesinado por el viudo de una paciente fallecida en diciembre del año pasado, y la semana pasada en Montevideo el médico Jorge Bermúdez fue agredido en plena calle cuando detuvo la ambulancia de Salud Pública para atender a un accidentado.
Los profesionales se manifiestan desprotegidos y se sienten víctimas de campañas de desprestigio. En contrapartida, surge la discusión sobre el tipo de atención que brindan los médicos a los pacientes, el breve tiempo estipulado para cada consulta y el número de errores en diagnósticos y tratamientos.
La relación médico-paciente también se ve afectada y, como todo hecho social, su deterioro tiene múltiples causas. De ellas, algunas serán inherentes a la sociedad uruguaya de la que ambos son parte y otras tendrán su origen en las motivaciones de uno u otro integrante de la relación.
Como en el fútbol, todos opinamos y después esperamos que los “jugadores” sean los responsables de los malos resultados. En materia de salud, ante una persona conocida que tiene cualquier afección todos somos sabedores del mejor tratamiento y lo expresamos, pero finalmente esperamos que el médico que lo atiende sea el responsable de los resultados, si no son favorables.
La medicina cuenta actualmente con más elementos técnicos al servicio de los diagnósticos, y los propios médicos muestran su convicción de que los tratamientos son más efectivos y lo difunden públicamente cuando logran éxitos. Empero, al igual que cualquier actividad humana, el ejercicio de la medicina implica fracasos y fallas que --a diferencia de otras disciplinas-- tienen como blanco las personas y sus familias. En la arista humana, en la comunicación entre seres humanos, más allá de la diferenciación de médico y paciente.
La actitud y la educación de ambos miembros de la relación permitirá ponerse en la piel del otro. Comprender cada papel parece ser el camino para alejar la violencia; apostar a la comunicación entre iguales siempre da resultado.
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