Paysandú, Viernes 16 de Enero de 2009
Locales | 16 Ene Producir los propios alimentos que consumimos a diario es una costumbre muy arraigada en nuestros antepasados, como forma de generar parte del sustento alimenticio de la familia. Esta práctica fue perdiendo consistencia con el transcurso de los años y los avatares de los nuevos tiempos han dejado atrás una modalidad que mantenía lo suficientemente ocupadas a gran parte de las familias, tanto en la ciudad como en la campaña.
Y es que hasta en el ámbito rural se ha perdido parte de esta práctica de plantaciones en espacios reducidos. Árboles frutales, hortalizas y vegetales frescos pautaron a generaciones que supieron convivir con una modalidad productiva que ya no es tal. En una de las primeras historias relatadas en la Sección Interior, publicada el viernes 15 de junio de 2007, contamos sobre el itinerario de Enrique Ariel Costa. Este comerciante salteño recorre en su camión, semana tras semana, los caminos vecinales y las rutas que atraviesan el departamento sanducero vendiendo algunos de estos productos. Esta rutina en cierto modo nos sorprendió, pues a pesar de que en la ciudad quedan muy pocas casas en las que en sus patios traseros aún sobreviven estas generosas quintas, suponíamos que en la campaña la realidad podía ser distinta. Sin embargo, y para nuestra sorpresa, no era así. Precisamente, en esa ocasión el comerciante nos relató que “la gente ya casi no planta frutales ni verduras en sus chacras” y que, según él, preferían comprarlas a terceros por una razón de comodidad”.
Tiempo después, en entrevista realizada al ingeniero agrónomo Julio Izaguirre, en material publicado el viernes 28 de noviembre de 2008, pudimos interiorizarnos sobre ciertos programas que intentan mantener esa filosofía productiva en la generación de quintas y huertas familiares, orientados básicamente a las escuelas de campaña y a la familia rural. El profesional sostuvo, entonces, que “el programa de huertas familiares, ejecutado en varias localidades del interior departamental, provocó una interesante respuesta del público objetivo, que se mostró estimulado ante la propuesta, llegando a casos límites en los que algunos vecinos llegaron a comentarle que gracias a la quinta pudieron sobrevivir a la crisis del año 2002”. Además, el ingeniero aseveró que “comprar estos productos a terceros solo provoca pagar valores considerablemente más elevados que si los plantara el propio vecino”.
Si bien los espacios en algunas parcelas de la campaña uruguaya son cada vez más reducidos, los vecinos del ámbito rural no deberían perder de vista esta filosofía productiva y mantener así viva la generación, al menos, de sus propios alimentos.
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