Paysandú, Sábado 17 de Enero de 2009
Opinion | 10 Ene Desde las fiestas de fin de año hasta Semana de Turismo, con Carnaval de por medio, se ha iniciado la larga siesta del verano en nuestro país, al comenzar las licencias y las vacaciones tanto en el sector público como en el privado, en el marco de una amplia gama de situaciones que se dan tanto en el Estado como en el sector privado.
Por cierto, cuando una empresa cierra y decide licenciar a todo el personal en esta época, en vez de rotar los asuetos anuales, lo hace por su cuenta y riesgo, desde que en un régimen de competencia siempre se corre el albur de que quien queda atendiendo la misma clientela, al fin de cuentas logre imponer sus precios, modalidad y servicios en el mercado, y en la reapertura se encuentre con que ya debe compartir una gran porción con quien antes ni siquiera tallaba.
En el Estado, y sobre todo en el gobierno, la cosa es muy distinta, ante la inamovilidad o cargos políticos que permiten una laxitud extrema para el trabajo, y además quien más quien menos tiene intereses propios en participar también en este síndrome de vacaciones al por mayor.
Recientemente el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri, suspendió todas las licencias de funcionarios para concentrar todos los esfuerzos en atacar los efectos de la sequía en su provincia. En nuestro país, con una situación similar, tenemos a cientos de jerarcas en el Este, aunque en el campo comience a morir el ganado, la producción esté gravemente herida y las perspectivas para el otoño y el invierno no sean nada prometedoras, así como un sinnúmero de soluciones pendientes.
Pero claro, desde Montevideo no se tiene esta percepción, sino que lo único que importa es que es el momento de las playas, y cuando se intenta alguna gestión ante una dependencia del Estado o en esferas gubernamentales, la respuesta invariable es que el superior está de vacaciones y que hay decisiones que deben esperar hasta su retorno, dentro de quince días o un mes.
Es decir que los problemas del país pueden esperar, porque las vacaciones en esta época son intocables y al fin de cuentas el mensaje es que todos deberíamos hacer lo mismo.
Claro, es la óptica montevideana. La de los gobernantes de todas las administraciones, sin excepciones, porque en su visión el país real puede esperar y todas las necesidades quedan suspendidas hasta nuevo aviso, es decir, cuando las 4x4 vengan de regreso por la Interbalnearia.
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