Paysandú, Sábado 17 de Enero de 2009
Opinion | 15 Ene A través de la alegoría de que no llueve pasto, connotados dirigentes de las entidades del agro han comentado que aunque en unos pocos días se revirtiera el agudo déficit hídrico que padecen amplias zonas del territorio nacional hay un ciclo biológico que no se puede ignorar. Es decir que la recuperación de los sectores afectados por la sequía no podrá lograrse de un día para el otro, y por lo tanto es preciso atender la producción agropecuaria con medidas paliativas para zafar de la coyuntura, pero a la vez con apoyo que permita recomponer stocks y compensar costos adicionales por efectos de la compra de ración y otros gastos que están azotando sobre todo al sector de la lechería.
No puede haber dudas de que el gobierno ha pecado de prescindencia y también de soberbia para evaluar la situación, a través de una óptica eminentemente capitalina, aunque también ideológica, por cuanto prima el concepto de que se está ante productores opulentos que viven llorando para arrancar concesiones.
El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Ernesto Agazzi, no solo reafirmó esta tesitura, sino que además hizo poco y nada para disimularla y así el Poder Ejecutivo quedó en evidencia en cuanto a subestimar la gravedad de la sequía, tras la conocida “vueltita” en helicóptero sin tomar contacto directo con los afectados, cuando precisamente el Frente Amplio había reafirmado una y otra vez a tambor batiente su actitud de diálogo directo con la ciudadanía, incluso reuniendo consejos de ministros en localidades del Interior.
Para el ministro, entonces solo un 14% del territorio nacional estaba en verdaderos problemas, pero al darse cuenta de su error a los pocos días se rectificó y dijo que en menos de una semana la cosa había cambiado radicalmente, cuando es notorio que el problema se venía arrastrando desde mucho antes y que una semana más o menos no cambiaba las cosas. En apoyo de esta segunda evaluación el Poder Ejecutivo decretó el estado de emergencia agropecuaria y el presidente Tabaré Vázquez propuso la adopción de medidas urgentes, como un préstamo en raciones destinado a productores ganaderos familiares y pequeños productores, la instrumentación de un programa de almacenamiento de agua y acciones para postergar el pago de aportes e impuestos. El estado de emergencia implica destinar fondos de asistencia y líneas de crédito, pero de acuerdo al ministro Agazzi solamente estarán comprendidas las explotaciones familiares y pequeños productores, por cuanto los lecheros cuentan con herramientas para acceder a una línea de crédito por el Banco de la República y la Corporación Nacional para el Desarrollo. Sostuvo a la vez que los empresarios medianos y grandes quedan fuera de este préstamo, porque una empresa debe medir sus riesgos y adoptar recaudos, y si no lo hace debe hacerse cargo.
No puede obviarse que el gobierno tardó demasiado en valorar la gravedad de la situación, y que además sus medidas no van ni por asomo al fondo del problema, porque en un país de base agropecuaria el Poder Ejecutivo no quiere asumir que cuando deja a un productor --pequeño, mediano o grande-- librado a su propia suerte en tiempos de crisis, quien paga los platos rotos es todo el país. Porque el vacío que deja un productor que desaparece no se cubre de la noche a la mañana y lo más probable es que muchos otros pasen por lo mismo antes de que realmente alguien promueva respuestas de fondo, con carácter global.
Y en el caso de los productores lecheros, como el dicho, reciben tras cuernos palos, desde que en el período de un año el precio que perciben se ha reducido un 50% y a ello se agregan los costos exacerbados por la sequía, y en muchos tambos una condena al cierre o inviabilidad de la explotación.
Parecería estar demás decir que en esta situación de agudo deterioro el problema no se arregla con poner a disposición créditos del BROU y la CND, que están desancajados de la realidad del sector, ya afectado por el endeudamiento en otros tiempos. Porque tal como expresara un productor a EL TELEGRAFO, el tambero que se ha “quemado con leche” ni siquiera quiere pasar frente al Banco República.
Sin dudas, ante lo acuciante de la crisis se impone la necesidad de dar respuestas acordes, sin sentar el mal precedente de regalar algo --como se hizo con el Plan de Emergencia-- pero sí tener presente que están en juego cosas demasiado importantes como para especular con visiones ideológicas y distorsionadas de la realidad.
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