Paysandú, Sábado 17 de Enero de 2009
Locales | 16 Ene Tan antigua como el origen de la patria, la doma de caballos exigió a los paisanos dominio, agilidad y coraje. Con el transcurso del tiempo, esta ruda tarea dejó de ser un sacrificado trabajo diario en las estancias, para formar parte de los vistosos espectáculos criollos del país y la región. Hoy existe como una especie de particular euforia colectiva por este tipo de espectáculos, que concitan la atención de un público que se muestra identificado con estas manifestaciones ecuestres.
Con el tiempo, la destreza pasó a ser una competencia remunerada y premiada, hasta que apareció algún empresario que, sin desnaturalizar la esencia de la actividad, encontró la veta comercial. De los entretenimientos netamente caseros, a las primeras escaramuzas semideportivas; de las primeras pruebas en la chacra o en la estancia, a su versión moderna, tal como la conocemos en la actualidad.
Hoy la técnica perfecciona la innata habilidad de los jinetes por mantenerse sobre el lomo del caballo unos segundos, que en ciertos casos pueden llegar al minuto. Jinetes que despiertan la admiración de grandes y chicos, que participan como espectadores de estos particulares espectáculos de habilidad y destreza. A fines de la década de 1950 ya existían, en Argentina y Uruguay, empresarios que tenían sus propias tropillas de reservados. Y, promediando los años ‘90, estas actividades comenzaron a marcar decididamente a las comunidades rurales, en los festivales y ruedos criollos.
Seguramente no todos coincidan en que las jineteadas sean un deporte; pero la reciente declaración de deporte nacional echa por tierra una serie de debates sobre una actividad que, definitivamente, despierta el interés de quienes gustan de estos encuentros ecuestres. Los mismos para quienes los festivales de jineteadas son un motivo más que válido para demostrar --o admirar-- la valentía, destreza y dominio que el jinete debe tener al momento de entrar a cualquier ruedo del país. Por lo pronto, es un deporte que no goza de buena publicidad y en el que el jinete corre ciertos peligros, como en tantos otros, de alto riesgo como el automovilismo, motociclismo, turf, boxeo, rugby, surf, entre otros. La jineteada es un deporte arraigado a la tradición del ser oriental y quizás uno de los primeros practicados por nuestros antepasados gauchos. Las destrezas criollas y su auge dominan los ruedos y gozan de buena crítica entre los entendidos y los ajenos. Indudablemente, en los últimos tiempos los medios de comunicación incidieron definitivamente en el crecimiento y desarrollo, generando grandes expectativas entre los protagonistas y los espectadores de turno.
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