Opinion | 17 Ene La oposición, con matices y en la relativa tranquilidad de un verano que ya se perfila complejo desde el punto de vista político por tratarse de un año electoral, ha sumado críticas a la ministra del Interior, Daisy Tourné, por subir a Facebook en Internet una foto bajo la ducha con la inscripción de que “no hay nada más auténtico que una mujer mojada”.
Más allá de las interpretaciones a que podría dar lugar la leyenda, se trata solo de su cara mojada con azulejos al fondo, y como bien sostiene la secretaria de Estado tras el revuelo por esta publicación, podría perfectamente estar de traje de baño y en el patio bajo una manguera, como sostiene fue así.
Pero naturalmente, el tema no pasa por como estaba y que quiere decir la ministra con este brote de exposición de privacidad, sin buscarle ninguna otra connotación, sino del mensaje que recibe la población, nada menos que de la ministra del Interior, que conlleva frivolidad notoria en el caso de un funcionario que paga el pueblo para que trate de hacer algo en materia de seguridad.
Y la gestión de la ministra indudablemente tiene más errores que aciertos, sobre todo porque desde un principio se ha afiliado a la tesis de la “sensación térmica” de su predecesor, más allá de que le ha enmendado la plana en algunos aspectos, cuando es notorio que hasta los precandidatos presidenciales de su partido y senadores han reconocido que en esta materia no solo no se ha avanzado, sino que se ha retrocedido.
Y la ministra, en lugar de por lo menos sacarse fotos arengando a sus subalternos, planificando y monitoreando la situación para combatir la ola delictiva, parece solazarse en mostrare auténtica –es un decir— pasando revista a los efectivos a caballo luego de aprender trabajosamente a montar, y ahora demostrar que la autenticidad de la mujer se aprecia solo cuando está mojada, un descubrimiento que será mucho más recordado que su intrascendente gestión al frente de esta cartera, por cierto.