HISTORIA: 1899

Locales | 17 Ene El cronista, muy probablemente Antonio R. Ciaspuscio, continúa preguntando:
“--¿Y Ud. cree firmemente que sus vaticinios resulten ciertos? Le preguntamos”.
“--No todos, nos contestó, pero la mayor parte sí, figúrese que una vez se me presentó un matrimonio preguntándome si un Señor X, les devolvería cien pesos que ellos le habían prestado. Yo consulté las barajas y los conformé diciéndoles que su plata la podrían rembolsar, después de pasado algún tiempo. ¡Y dicho y hecho, ¡¿quiere creer que salió cierto?! A las pocas semanas aquel matrimonio comenzaba a recibir las primeras remesas del dinero prestado”.
“-- ¿Ud. conoce a Doña Tiburcio? – la interrogamos”.
“-- ¡Como nó si es mi Comadre de Sacramento!”
“-- ¿Habrá sido ella su maestra?”
“--No, qué esperanza, si cuando embarqué para la América ya entendía de estas cosas… Es un don que nace con nosotros”.
“Y mientras nos decía esto Doña María guiñaba un ojo y se sonreía maliciosamente”. “Luego agregó: --Mire señor, yo le soy franca, lo único que busco es hacer bien a la gente para que ella me retribuya con algún socorro, pero si la justicia no quiere que yo tire más las cartas, yo buscaré otro medio de vida… ¡oh!, la Providencia es grande”. “En cuanto a los muchachos que van de noche a mi casa, es cierto, pero sus padres se lo permiten. Allí pasamos un rato alegre jugando al truco o al tutti sin apostar más que los tantos, aunque algunos de los más diablos, que nunca faltan, suelen jugar por un cigarro; ya ve usted el interés que se juega”. “Doña María antes de retirarse nos invitó a que concurriéramos al chalet de la calle 8 de Octubre esquina Perú ( hoy Leandro Gómez y Gutiérrez Ruiz ) donde podíamos hablar largo y tendido sobre el asunto ‘para ponerlo después en el diario’. Ofrecimiento que hemos de aprovechar en beneficio de nuestros lectores”.