Opinion | 20 Ene Con gran expectativa en su país, pero con no menos repercusión internacional, asume hoy la Presidencia de Estados Unidos Barack Obama, triunfador en los comicios de noviembre ante un impopular George Bush y su serie continuada de errores, de los cuales seguramente el mayor fue el “confiar” en los informes de los servicios de inteligencia de su país que advirtieron que el régimen de Saddam Hussein contaba con armas que ponían en peligro la paz mundial.
Pero las expectativas a que aludíamos, tanto de los que lo votaron como de los que optaron por el candidato republicano, no están tanto centradas en temas de política internacional, en los que le cabrá también la responsabilidad nada menos que a la ex primera dama Hillary Clinton, sino en la crisis económica que atraviesa su país y su proyección en el escenario internacional.
Por cierto, el derrumbe de un esquema financiero que se cayó a pedazos en pocas semanas, y la propuesta de un programa de rescate por cientos de miles de millones de dólares conlleva un desafío adicional al primer presidente de raza negra en esa nación, que ha hecho hincapié en la restauración de valores tradicionales como una premisa fundamental de su gobierno.
El punto es que el novel mandatario tendrá ante sí el desafío de desipar la crisis económica más grave que enfrenta Estados Unidos en ocho décadas, y seguramente el grado de confianza que pueda transmitir a los operadores y pueblo estadounidense serán clave para revertir este proceso, que tiene causas más profundas pero que se vino al suelo cuando se manifestó el descreimiento generalizado en el sistema.
El mandatario tiene a su favor el haber integrado y preparado un sólido equipo de técnicos y planes para promover grandes inversiones, de la mano de quienes fueran colaboradores del ex presidente Bill Clinton y condujeron al país por un período de prosperidad que hoy se añora.
Pero sobre todo, el mayor capital de Obama es el de ser un gran comunicador, una característica que lo llevó a la Presidencia, y es de esperar que logre transmitir hacia lo interno y externo el convencimiento de que se está ante la persona indicada para sentar las bases de la recuperación económica mundial.