Paysandú, Sábado 31 de Enero de 2009
Opinion | 31 Ene Ante la reacción adversa en la región, el gobierno de Brasil dio marcha atrás en su medida de establecer licencias de importación para una lista de productos, que en los hechos significaba una medida proteccionista y un “encierro” preventivo ante los embates de la crisis financiera internacional, todavía de imprevisibles consecuencias.
Y en la relatividad de las cosas, no deja de ser una buena noticia que todo quede como hasta el presente, ante la gravedad que implicaba este anuncio, lo que confima la Ley de Murphy (corregida) de que las cosas nunca están tan mal como para no poder estar peor. Hoy nos quedamos en lo malo pero no hemos empeorado, por lo menos de acuerdo a lo manifestado por el presidente brasileño Inacio Lula da Silva a su par uruguayo Tabaré Vázquez.El mandatario compatriota fue advertido inmediatamente por sus directos colaboradores del área económica sobre las nefastas consecuencias que podría traer aparejada una medida de esta naturaleza para los exportadores que tienen la nación vecina como mercado, y realizó los contactos del caso.
Los exportadores uruguayos temieron lo peor luego que el lunes Brasil aplicara una medida administrativa que obligaba a obtener una licencia, cuyo trámite demoraba entre 2 y 60 días, para vender productos a ese país, siempre y cuando fuera concedida. La medida responde a un déficit comercial creciente de Brasil, que en enero superó los 650 millones de dólares, y afectaría seriamente a las exportaciones uruguayas de carne, lácteos, plásticos y arroz, La marcha atrás de Lula fue notoria luego que tanto empresarios de su propio país como de la región –incluido Uruguay-- criticaran agriamente una medida que afectaría seriamente los negocios. Vázquez se hizo eco de este reclamo, tras ser informado con datos concretos sobre la situación bilateral en el área comercial, y se comunicó telefónicamente con Lula.
“El presidente brasileño aseguró que las medidas no afectarán las exportaciones de Uruguay hacia Brasil, en conformidad con el espíritu de la integración. Los dos mandatarios acordaron mantenerse en contacto sobre el tema siempre que sea necesario”, informó en un comunicado la Embajada de Brasil en Uruguay.
Ocurre que nuestros vecinos del Norte tienen una larga tradición en cuanto a “cortarse solos” a despecho de lo pactado en el Mercosur, caso de la devaluación de 1999 y la compra de productos subsidiados, como el arroz al propio Estados Unidos, y una medida de esta naturaleza se inscribe notoriamente en este contexto de la política exterior del vecino país.
Pero este no es solo un problema de la política unilateral de Brasil, sino también de la vulnerabilidad de la economía uruguaya ante el fantasma del proteccionismo que se abre paso en una economía global deprimida, y que seguramente todavía no ha tocado fondo.
El mercado brasileño es el más importante para Uruguay, aunque representa solo el 16 por ciento de las ventas al exterior, lo que constituye una ventaja respecto a la situación que se planteaba en 1999, cuando la devaluación del real dejó el tendal de empresas afectadas, muchas de las cuales trabajan exclusivamente para exportar a territorio brasileño.
La diversificación de las exportaciones es vital para un país altamente dependiente como el Uruguay, que solo puede desarrollarse a través de su intercambio comercial, como es notorio. Por lo tanto, es impensable que puedan desarrollarse políticas sustentables si se pierde de vista este objetivo por cortoplacismos o intereses vinculados a política interna de corte electoralista, que prioricen determinados parámetros que van en contradicción con este ideal.
Lamentablemente, en este año electoral se ha ingresado peligrosamente en una distorsión que opera contra la competitividad de nuestros productos de exportación, teniendo en cuenta que el Poder Ejecutivo está utilizando el tipo de cambio como control de una inflación que se ha disparado más allá de todo cálculo del equipo económico.
En los últimos meses, y con marcado énfasis desde la crisis financiera internacional, Uruguay está perdiendo competitividad en los mercados internacionales ubicados fuera de la región, y en menor grado también con los países vecinos.
Deben tenerse presentes las expresiones del presidente del Banco Central, Cr. Mario Bergara, quien indicó que el peor escenario que se puede tener es desacelaración económica, como se prevé para 2009, con alta inflación, como se está perfilando con el arrastre del año pasado.
Y el tipo de cambio deprimido para controlar precios es un recurso manido y posible en el corto plazo para mantener contenida la inflación, aunque sin soluciones reales para el flagelo. Por lo tanto, de persistirse en esta tesitura, sin procurar productividad y abatir costos de producción, se estará manteniendo apretada la tapa de una olla a presión que cada vez resultará más difícil de mantener, y trasladando sobre todo sus altísimos costos al próximo gobierno, el que deberá cargar con el pesado e inevitable fardo de sincerar la economía.
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