Paysandú, Domingo 01 de Febrero de 2009
Opinion | 29 Ene No es buena noticia para nadie que el gobierno de Brasil haya decidido en las últimas horas imponer restricciones al 60% de sus importaciones, con el argumento de mitigar el impacto de la crisis global en la balanza comercial, que en lo que va de enero de 2009 tiene un déficit inédito de unos 600 millones de dólares.
Aunque finalmente las medidas pudieran resultar parciales, todo indica que cuando las barbas de tu vecino veas arder es el momento impostergable para poner las propias en remojo. Y Uruguay debería seguir el consejo al pie de la letra, pues sigue siendo dependiente de las exportaciones a la vecina nación, aunque en mucho menor grado que cuando la crisis de 1999, cuando la devaluación del real dejó el tendal de empresas afectadas en nuestro país.
Las condiciones actuales son muy distintas, pero no por ello debe creerse que la crisis va a pasar de largo, porque además Brasil da un muy mal ejemplo al decidir precisamente lo contrario de lo que debería hacerse en forma generalizada en momentos en que se teme una contracción de la economía mundial.
El “sálvese quien pueda” adoptado como norma por la gran mayoría de naciones a efectos de proteger sus economías es el peor intento posible, y sobre este aspecto deberían poner énfasis en los foros internacionales en que se debaten posibles medidas ante la situación.
Siguiendo con el ejemplo de nuestros vecinos, tenemos que el Departamento de Comercio Exterior comenzó a exigir barreras no arancelarias y licencias previas de importación para 17 sectores que representan más del 60% de las importaciones. A juicio del diario Folha de Sao Paulo “la media significa el regreso al control de importación que Brasil adoptara en los años ochenta y setenta”. Apunta de esta forma a revertir la caída en las exportaciones y la crisis en la industria brasileña, desde que por ejemplo solo en el estado de Sao Paulo fueron despedidos 120.000 trabajadores de fábricas en diciembre. Más aún, en total 650.000 brasileños fueron despedidos en diciembre bajo el argumento de los efectos de la crisis mundial.
Los sectores que deberán cumplir una licencia previa para importar son la industria del trigo, plásticos, hierros y acero, hierro fundido, cobre y aluminio, bienes de capital, máquinas y aparatos eléctricos, textiles, autopartes, automóviles, instrumentos quirúrgicos y de óptica, lo que implica proteger a la industria de los respectivos sectores de Brasil.
La medida no ha caído muy bien en algunos sectores del quehacer económico brasileño, y es así que el director de Comercio Exterior de la Federación de Industrias de San Pablo, Roberto Gianneti da Fonseca, juzgó que la decisión “parece precipitada y tomada con susto”, desde que, por supuesto, hay muchos empleos en juego en esta nación emergente que siempre se corta sola, y esta vez no es la excepción.
Tampoco son alentadoras las noticias que provienen de otras partes del globo, sobre todo de Estados Unidos y Europa, donde a medida que van conociéndose las pérdidas registradas en 2008, varias multinacionales de todo el mundo anunciaron alrededor de 70.000 recortes de empleos en este año para adecuar el tamaño de sus plantillas a la caída del consumo y a la recesión económica.
Entre estas empresas figuran nada menos que gigantes como Caterpillar, Sprint Nextel, Home Depot, Pfizer, Philips, ING, Corus, RBS, General Motors, Google, Microsoft, Intel y Motorola. Es decir que estamos ante una oleada de medidas de prevención que adoptan países altamente industrializados y un Brasil que procura asimilarse a las economías desarrolladas, pero con fuertes reminiscencias del subdesarrollo. Estas medidas “por si acaso”, reflejo de expectativas negativas, se enmarcan en el síndrome de la profecía autocumplida y son realmente un factor degenerativo para la reacción que todos esperamos de la economía mundial y, sobre todo, que se concrete lo antes posible.
Como Uruguay no es ajeno a este escenario, sino que por el contrario tenemos una vulnerabilidad manifiesta pese a que según el ex ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, prácticamente estábamos “blindados”, sería buen momento para que el equipo económico tome nota y apele a respuestas tendientes a mejorar la competitividad de nuestras exportaciones, a reciclar recursos genuinos y a reducir el gasto público para alentar la creación de riqueza con menor peso del Estado, en vez de hacer la plancha para maquillar la situación hasta que pasen las elecciones.
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