Paysandú, Domingo 01 de Febrero de 2009
Opinion | 01 Feb Aunque hace algunos años se veía al cambio climático como un fenómeno lejano y de consecuencias geográficamente distantes, hoy es un problema global que está afectando también a Uruguay, que si bien no es uno de los países responsables del cambio climático se ubica en el segundo nivel entre los que más van a sufrir las consecuencias de esta situación.
En el territorio nacional se comprueba un gradual pero persistente aumento de la temperatura, del nivel del mar y de las lluvias respecto a comienzos del siglo XX. Los cambios se han hecho notorios en la faja costera, en la ribera de los ríos, en las áreas rurales y en las ciudades.
El Informe 2007 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), anuncia un aumento del riesgo de eventos extremos en la región: sequías, inundaciones y tormentas. Hoy, que la sequía ha pasado a ser tema nacional y todos estamos esperando que llueva lo suficiente y necesario, es posible afirmar que el mentado cambio climático es un fenómeno que llegó para quedarse.
Según las Naciones Unidas, cuatro episodios climáticos que vivió Uruguay entre 1999 y 2003 le costaron al país U$S 217 millones de dólares si se evalúan las pérdidas ocasionadas por el tornado del 10 de marzo de 2002, las heladas de la zafra 2002/2003, las granizadas de 2003 y la sequía de la temporada 1999/2000.
A esto hay que agregar otros desastres naturales como las inundaciones de mayo de 2007 --las más severas desde 1959-- cuando en 72 horas llovió un tercio del promedio anual en las cuencas de los ríos Negro y Olimar, o el ciclón extratropical de agosto de 2005.
Dejando de lado los fenómenos extremos, el cambio climático está provocando en nuestro país daños más sutiles pero no menos importantes tales como la proliferación de algas, pérdidas de playas y dunas costeras debido al aumento del nivel del mar y el pase de sequías a riesgo de inundaciones –con los costos sociales, económicos y ambientales que implican--, sin contar el hecho de que el 30% de los suelos del país sufren erosión grave, uno de los peores problemas naturales.
Frente a estas realidades y cambios constatados científicamente ya nadie puede dudar que estamos siendo afectados por el cambio climático. La cuestión es ver qué hacemos entonces. En este sentido, además de tomar medidas de mitigación, debemos pensar seriamente en la adaptación a este fenómeno a través de medidas consensuadas con los diversos sectores de la sociedad involucrados y, por otra parte, continuar presionando en los ámbitos internacionales para que los países con mayor responsabilidad en las emisiones que provocan el efecto invernadero las disminuyan, tal como se han comprometido en las convenciones y conferencias mundiales sobre el tema.
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