Paysandú, Miércoles 04 de Febrero de 2009
Opinion | 04 Feb Uruguay espera este año superar la marca de dos millones de turistas, a pesar de la crisis internacional que al menos hasta ahora no produjo un impacto significativo en el rubro. Por el contrario, gracias a la política de captación de turistas extra región continuada y potenciada por el actual gobierno y el crecimiento de la industria sin chimeneas a nivel mundial, nuestro país todavía vive su época dorada con el aporte de decenas de cruceros transatlánticos de lujo cargados de miles de turistas de los más recónditos países del planeta.
Pero aún en estas circunstancias el grueso de las divisas que ingresan por este concepto sigue siendo de origen regional, principalmente de argentinos que por su mayor permanencia y cantidad son los que permiten mantener vivo al comercio dedicado. Es por eso que es imperioso cuidar este espectro del mercado que fue el que además posibilitó el desarrollo actual de la industria, sin el cual sería imposible atraer las millonarias inversiones en infraestructura que dieron lugar al turismo verdaderamente internacional de alto poder adquisitivo.
Sin embargo, el tratamiento que recibe el turista de clase media que ingresa por el puente internacional “General Artigas” dista mucho de este concepto, cuando al ingreso o egreso de nuestro país se encuentra detenido por horas en el medio de la nada en una cola de varios kilómetros para acceder al paso de fronteras, al rayo del inclemente sol que caracteriza los veranos del norte del río Negro sin siquiera los servicios mínimos para hacer más llevadera la espera.
Quizás resulte imposible implementar estos servicios por solo unos días en los que se concentra el grueso del tránsito internacional, pero también es cierto que es muy poco lo que se hizo y se hace para solucionar estos inconvenientes. Por lo pronto, nada costaría brindar información sobre tiempos de espera de acuerdo a la distancia que se encuentre del puente con cartelería específica, a la vez de sugerir al viajero más retrasado la opción del puente sobre Salto Grande. Si la espera supera las tres horas, para muchos podría representar un ahorro de tiempo a cambio de unos litros más en combustible, y además se estaría mostrando un interés real en dar solución al tormento que están sufriendo.
Estas acciones no cuestan nada, y a la vez podría asegurarnos que al menos una fracción de los sufridos turistas no se sientan abandonados a su suerte a mitad de su camino, y así sigan prefiriendo Uruguay para disfrutar de sus vacaciones.
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