Paysandú, Sábado 07 de Febrero de 2009
Opinion | 04 Feb Aunque “por elevación” y sin referirse específicamente al episodio, el ministro de Economía y Finanzas, Cr. Alvaro García, cuestionó implícitamente el manejo que hizo el rector de la Universidad de la República, Dr. Rodrigo Arocena, de los fondos presupuestales asignados a la alta casa de estudios, al gastar más de 200.000 dólares en sillas para el Paraninfo de la Universidad.
El secretario de Estado explicó que existe un concepto de presupuesto del Estado que debe ser modificado, para asumir que los gastos que no se realicen en la Administración Central y las empresas públicas deben ser ahorrados para el presupuesto nacional.
Sostuvo que “muchas veces vemos que con equivocación se plantea que el presupuesto hay que gastarlo hasta el último peso porque si no se pierde la partida”, a la vez de agregar que desde el ministerio se trabajará con las respectivas direcciones de la Administración Central para establecer el criterio de que “el dinero que se ahorra no se pierde, sino que se gana” tanto para mejorar las reservas del país, como para reorientarlo en otros gastos.
El tema del gasto a las apuradas que decidió efectuar el rector, al tener pendiente de ejecución una parte del presupuesto de 2008 para la Universidad, ha puesto sobre el tapete un tema que ha sido soslayado o por lo menos ha tenido escasa difusión en el marco de los problemas de gestión del Estado, desde que mientras por un lado el común denominador en los organismos estatales refiere a la escasez de recursos para cumplir con gastos de funcionamiento e inversiones, por otro lado se da la paradoja de que no ejecutan todas las asignaciones presupuestales otorgadas.
En el caso de la Universidad se llegó al extremo de que estando pendientes por ejemplo requerimientos de recursos para el Hospital de Clínicas, que depende de ella, el rector prefirió usar mal y pronto los recursos en sillas de casi mil dólares cada una para evitar que el dinero sin ejecutar volviera a Rentas Generales, es decir al fondo nacional que se sirve de los recursos que aportan todos los uruguayos. Y si bien, como señalábamos en comentario anterior, el rector no hizo una cosa distinta a lo que suele acontecer en otras dependencias del Estado, sí estamos ante un mal ejemplo desde la propia Universidad, que hace caudal de su autonomía para decidir, entre otros aspectos, en lo que usa el dinero que le asigna el Poder Ejecutivo, y ha entrado en la “calesita” de gastar a las apuradas, si medir precios ni detalles, ante recursos que de otra forma perdería y debería volver a reclamar el año siguiente.
Pero así funciona el Estado, y así se gasta dinero sin ton ni son, en este y en otros fines, en este como en anteriores gobiernos, porque se manejan los recursos con ligereza, por más que el ministro de Economía y Finanzas salga a recordar normas sobre como debe pautarse el gasto en los organismos públicos.
Queda reafirmado, por si existía alguna duda, que hay un problema de gestión crónico en el área estatal, y que a menudo sus dependencias no cuentan con equipos técnicos para concretar en tiempo y forma llamados a licitación e instrumentación del gasto, a lo que se agregan las dificultades en trámites y gestiones, así como controles, dentro de la administración pública.
Pero como bien decía García, la peor alternativa es la que manejó el rector, es decir gastar el dinero como sea, porque estamos ante recursos de toda la sociedad, que deben ser bien utilizados y sobre los que se debe rendir cuentas a la comunidad. Con la Universidad, encima, como ejemplo negativo por falta de criterio y de ponderación en la forma de administrar los gastos, a punto que el Paraninfo con sillas de mil dólares es simplemente el lujo de la miseria para la realidad de nuestro país.
Claro que en nuestro Estado y en este gobierno hay pocos que puedan tirar la primera piedra, desde que se han gastado centenares de millones de dólares en planes como el Panes, sin retorno ni sustentabilidad, y se han volcado ya ochenta millones de dólares al complejo sucroalcoholero de Alur, sin un estudio serio que determine que estamos ante un emprendimiento que permita el retorno de esta inversión, solo por citar algunos ejemplos de manejos voluntaristas de recursos, como quien administra bienes de difunto.
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