Paysandú, Sábado 07 de Febrero de 2009
Locales | 06 Feb Existen ciertas actividades que nos permiten descubrir facetas de nuestras capacidades individuales a las que muchas veces no les prestamos una adecuada atención. En algunos casos, los entornos en los que nos movemos no despiertan los estímulos necesarios como para encarar y desarrollar ciertas condiciones que podrían revelar otras facetas de nuestra personalidad. La práctica de un deporte, tocar un instrumento musical o participar de una obra de teatro resultan actividades que nos acompañan en un determinado momento, pero sabemos que no serán nuestro permanente medio de vida.
Sin embargo, existen otros que sueñan, proyectan, creen y hasta se sorprenden de lo que pueden ser capaces de hacer en ese amplio escenario. Uno de esos casos es el de Mabel Peralta, una guichonense de 54 años, madre de tres hijas, quien cierto día descubrió que la escritura puede ser un divertido hobby y plasmar su pensamiento en el papel, una manera de desenchufarse de la rutina.
“Creo que al escribir expones la otra parte que tienes. Así como hay otros que patean una pelota, pintan, esculpen o practican un instrumento musical, escribir es para mí un poco de catarsis y otro tanto de hobby. Es algo que verdaderamente me gusta”.
No recuerda cómo comenzó esto de la escritura, pero un día, cuando nació su hija menor, compró una serie de cuentos infantiles con el propósito de tener una buena lectura para ella. Sorprendida, observó que a la niña no le despertaron ningún interés. Se trataba de cuentos clásicos para niños, sin embargo, “a ella le gustaba que le inventara los cuentos”.
Cuatro años después, al nacer su primer nieto, le sorprendieron algunas preguntas propias de la edad. “Eran interrogantes para las que no hay respuestas, al menos para un niño de su edad. Por ejemplo, por qué el cuello de la jirafa es tan largo. Fue así que comencé a inventar por qué las jirafas habían quedado así o por qué los elefantes caminan uno detrás de otro o los patos están en el agua y ese tipo de cuestionamientos”. La fuente de inspiración para recrear esas historias eran las propias preguntas. Entonces, alguien le sugirió que escribiera lo que le relataba al nieto “y comencé a compaginar una serie de cuentos en hojas A 4 y en formato de librito, para consumo familiar”.
Luego llegó la época en que las escuelas la invitaban para que contara esas historias y aprovechaba para dejar de obsequio algunos ejemplares. Ese compendio de cuentos lleva como título “Los Duendes de Pilar”. Y explica que Pilar es por el nombre de su hija más pequeña y duendes hace referencia a los amigos invisibles con quienes la niña inventaba sus juegos. Mabel detalla que “el primer amiguito invisible que tuvo Pilar llevaba el nombre de Jarib, un personaje pequeño y de color azul; pero después se complicó, porque una vez que la niña comenzó a caminar, correr, salir y saltar, Jarib no pudo jugar más con ella. Entonces apareció Tararanta, un personaje de color marrón y larga barba, con quien jugaba a las escondidas y corrían carreras. Eran juegos que con Jarib ya no podía compartir”.
La imaginación de Pilar fue un verdadero disparador para que Mabel comenzara a escribir ciertas fábulas. Pero, paralelamente ya escribía otras cosas, como cuentos fantásticos, y siempre dudó de que lo que escribía fuera también poesía. “Claro, yo había leído a los grandes poetas, que en cierto modo me condicionaban, porque yo decía que jamás iba a poder llegar a ese nivel. Estos tipos son unos genios escribiendo. Hasta que un cierto día comenzó en Guichón un taller literario impulsado por el centro MEC. La coordinadora del taller nos pidió a los participantes que lleváramos algún trabajo. Al entregarme el material, me comentó que le habían parecido muy buenos los poemas. Asombrada, le dije que yo nunca escribí poemas”.
Ese fue el motivo que llevó a Mabel a escribir en otro formato. “Es un tipo de poesía que, sin tener rima ni musicalidad, suena armónicamente bien. Al no tener métrica, para mí es una poesía desprolija, porque está totalmente alejada de los parámetros clásicos”. Pero lo que más identifica a Mabel es la poesía erótica, que es realmente lo que la inspira a escribir. “Lo erótico no es solamente para los cuerpos jóvenes y bellos. Es aceptar al otro que ya tiene arrugas, que ha perdido la cabellera, que tiene músculos flácidos, porque dentro de toda esa cajita hay un espíritu y un alma que responde. Eso es erótico”.
A muy poco de editar su primer libro de poesía erótica, comenta que todo comenzó a raíz de una sugerencia de una amigo licenciado en literatura, que la alentó a hacer este trabajo.
“Me afirmó que desde Delmira Agustini no había logrado leer una cosa como esta. Así fue que me pidió para llevarse el material y presentarlo a una editorial. Seleccionaron veinte poemas, acompañados de sugerentes imágenes. Nos costó muchísimo encontrar las ilustraciones y adecuarlas al tipo de trabajo. Obtuvimos muy buenas figuras gracias a un francés de nombre Aristide Maillol, que por el año 1800 hizo unos dibujos fantásticos. Aclaro que son dibujos eróticos, no pornográficos”.
El libro, de nombre “Eros en Otoño”, será editado en breve. “Eros en referencia a lo erótico y Otoño, por el tema de la edad”. Porque, según Mabel, aún en el otoño de nuestras vidas podemos tener a Eros presente.
Si bien el libro ha tomado por sorpresa a Mabel, que escribe por el arte de escribir, asegura que “todo esto abre otras posibilidades y dispara otros proyectos, como el de avanzar sobre un trabajo que se llama “Tunas, Taperas y Cinacinas” y se basa en leyendas e historia que se tejen en torno a la fantasía del colectivo, en este casos de pueblos rurales.
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