Paysandú, Domingo 08 de Febrero de 2009
Opinion | 05 Feb La crisis financiera mundial ya ha dado para ríos de tinta y espacios kilométricos en radio y televisión, sobre todo porque cada día se aportan nuevos datos que dan una pauta del gradual deterioro de la economía mundial, en un hecho que no resulta tangible para el ciudadano común, pero que parte de expectativas negativas y ausencia de confianza que generan un ciclo degenerativo en un escenario adverso que se acentuó a partir de la crisis inmobiliaria en Estados Unidos.
El “efecto dominó” de la crisis es notorio, pero fundamentalmente por un intento de anticipación de quienes pudieran quedar a la intemperie y ello no hace otra cosa que acelerar el proceso y llegar a latitudes en las que era poco menos que impensable que en tan poco tiempo les llegara el sacudón.
Es decir que a lo ancho y largo del globo hay empresas que han ejecutado y/o anunciado despidos masivos de trabajadores ya previendo una caída del consumo, del poder adquisitivo y de un desempleo que a la vez incidirá en la demanda. Es cierto, forma parte de la tesis de la profecía “autocumplida” y de una pérdida de confianza que no puede recomponerse de la noche a la mañana, sino que debe tejerse en forma gradual, una vez estalló la burbuja de bonanza en la que el mundo se encontraba hasta 2008.
Y las pérdidas de empleos solo acarrean más pérdidas de empleos, de calidad de vida y generan descreimiento en la sociedad y a la vez promueven mecanismos de autodefensa indiscriminada, buscando culpables en todos lados, a la vez de alentarse reacciones hacia quienes se identifican con los causantes del problema o que por lo menos lo agravan, al restar empleos a quienes consideran tienen más derecho a tenerlo.
Las manifestaciones de xenofobia en países europeos, y en menor medida en Estados Unidos, son demostrativas de que el ser humano tiende a trasladar a otros las responsabilidades propias, y que las actitudes de este carácter solo traen más problemas que los que se dice querer evitar.
En Inglaterra recientes manifestaciones de desempleados y trabajadores se hicieron bajo carteles que proclamaban que “los puestos de trabajo ingleses deben ser para los ingleses”, y de la misma forma se está actuando en Francia, España, Italia, por sectores que buscan cabezas de turco y que tienen en foco a los inmigrantes por haber “capturado” empleos que en su gran mayoría son de baja calidad y que ejercen los extranjeros porque los nativos los consideran de segunda.
Pero, como dice el refrán, cuando hay hambre no hay pan duro, y lo que ayer se desestimaba hoy puede resultar atractivo en medio de una confusión en la que cada uno busca salvar su parte de la mejor forma posible.
El punto es que los gobernantes que tienen el poder de decisión, lejos de contener esta iracundia, contribuyen con sus medidas erráticas a fomentar estas respuestas instintivas, desde que a esta hora ya están borrando con el codo lo que escribieron con la mano, en los prolegómenos de la crisis.
A medida que las autoridades mundiales fueron tomando conciencia de la dimensión de la crisis económica internacional, se apresuraron a comprometerse a no caer en la tentación del proteccionismo. Pero la necesidad tiene cara de hereje, y esa buena intención manifestada en forma abstracta, ha quedado desmentida con el paso de las semanas y los meses.
Es así que una vez que las malas noticias sobre la evolución de la producción y del empleo en varios puntos del planeta se fueron difundiendo, los mandatarios comenzaron a olvidarse de las promesas formuladas en los foros internacionales, y es así que primero Estados Unidos ha anunciado medidas limitantes al comercio, en tanto Rusia y China han adoptado medidas para proteger su infraestructura industrial. Lo mismo ha ocurrido en naciones europeas y en el Mercosur Argentina y Brasil están “buscando la vuelta” para disimular las medida proteccionistas.
Barack Obama ha ido aún más lejos, en el “paquete” de la monumental ayuda para reactivar la economía, pues la premisa y condiciones para obtener la ayuda está contenida en la cláusula “buy american” (compre estadounidense) que afecta notoriamente a los exportadores de hierro y acero a ese país y a la vez genera la firme posibilidad de medidas de réplica en el mismo sentido.
Lamentablemente, en este “encierro” de la economía mundial, vamos a perder todos, y es hora de que se convoque a una cumbre internacional para de una buena vez hacer que se asuman compromisos en serio y prive la sensatez, antes que la sangre llegue al río y retrocedamos medio siglo en pocos meses.
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