Paysandú, Lunes 16 de Febrero de 2009
Opinion | 10 Feb A través de un comunicado, la Cancillería brasileña advirtió que “el gobierno brasileño ha acompañado con preocupación las noticias sobre la inclusión de dispositivos de naturaleza proteccionista en el paquete de estímulo económico actualmente en discusión en el Congreso de Estados Unidos”, lo que aparece como un indicio claro del rumbo que puede tomar la economía mundial si en la primera potencia económica del mundo se ingresa en un período de “encierro”.
La mayor potencia del subcontinente sudamericano, a la vez, reafirmó “su compromiso con la progresiva expansión del comercio internacional, a la que considera la mejor forma de enfrentar la crisis económica mundial”, concepto que debe compartirse en toda su significación, pues encierra la clave para superar las consecuencias de la crisis financiera mundial y cimentar la construcción de un ordenamiento económico-financiero al margen de “burbujas” y especulaciones que tanto daño han infligido a la economía mundial.
Pero claro, una cosa son los dichos y otra los hechos, sobre todo cuando se trata de Brasil, que siempre se ha cortado solo en materia de su relacionamiento económico e intercambio comercial, y que en su momento no vaciló en comprar arroz subsidiado a Estados Unidos, en perjuicio de sus socios del Mercosur, como Uruguay, y que tampoco dudó en disponer una maxidevaluación de su moneda en 1999, con las consecuencias que todavía se sienten en nuestro país.
Pero en fin, de los arrepentidos se vale Dios, sentencia el refrán, y esta postura del gobierno de Lula debería ser ejemplo y sobre todo acompañada por otras naciones líderes en el complejo sistema económico mundial, para evitar por lo menos que la sangre llegue al río y la crisis pueda revertirse antes de lo que se espera. El mensaje fue dirigido a un presidente Barack Obama que tiene un panorama interno muy complicado y que confía en que el plan de 780.000 millones de dólares contribuya a recuperar la confianza de sus compatriotas, y precisamente entre los aspectos que tiene en cuenta para esta inyección de recursos figura el recomponer la estructura de su industria, afectada por las importaciones y el desmantelamiento de parte de su otrora pujante motor de la economía, como la industria automotriz. De ahí que el “buy american”, expreso o implícito, es la clave y piedra angular del plan, lo que se agrega a la vez a las tradicionales políticas del Partido Demócrata, que involucran a menudo medidas proteccionistas.
No debe olvidarse además que Obama obtuvo el respaldo de sus compatriotas para ejercer la Presidencia debido a que la crisis económica caló hondo y fue ungido como esperanza para proteger los puestos de trabajo de los estadounidenses, amenazados por el ingreso de productos importados que sustituyen a los que otrora constituían la base de la economía del país norteamericano.
Es cierto, los estadounidenses son adictos al consumo, y es posible que esta actitud resulte fundamental para la recuperación económica, pero la cosa no va a ser tan fácil, porque el desempleo y la caída de la actividad económica implican una interrupción del ciclo regenerativo que condiciona el resultado de las medidas si precisamente no interviene el factor confianza.
Y el “buy american” (compre estadounidense) como eslogan es parte de esta apuesta que el mandatario no debería “traicionar”, por más apelaciones que reciba de países como Brasil y las naciones europeas que ven con aprensión el retorno a un proteccionismo que puede tornarse salvaje.
En el caso de Brasil, hay razones para preocuparse: Estados Unidos es el primer socio económico de Brasil y el comercio bilateral llegó a los 53.000 millones de dólares en 2008, por lo que tiene mucho para perder si la tendencia se revierte significativamente.
Y a Uruguay, como tampoco a la economía mundial, le sirve que cada uno busque arreglar como sea sus propias cosas hacia adentro, porque una nación pequeña no puede sobrevivir con su estrecho mercado interno y sin recuperar su dinámica exportadora, que es lo que nos permitió resurgir tras la gravísima crisis de 2002.
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