Paysandú, Lunes 16 de Febrero de 2009

Ante una nueva “herencia maldita”

Opinion | 13 Feb Los indicadores económicos dados a conocer por el Ministerio de Economía y Finanzas revelan que el déficit fiscal durante 2008 cuadruplicó las previsiones que había formulado el equipo económico de gobierno, que se situaba en el 0,4% del Producto Bruto Interno (PBI), en tanto los datos conocidos en las últimas horas revelan que este desfasaje trepó al 1,6%.
En números fríos de la macroeconomía estos porcentajes pueden decir poco, pero en realidad traducen que el Estado sigue haciendo de las suyas y que ha expandido el gasto durante el período, lo que debería preocuparnos, porque da cuenta de una actitud de vivir el momento sin pensar lo que pueda ocurrir al otro día.
Las perspectivas para el año que se inicia no son mejores, desde que por un lado la crisis internacional y la consecuente contracción de la demanda para nuestros productos de exportación indican que el motor de la economía, el sector exportador, se verá en dificultades, y ello se refleja en una caída de la actividad en general, sin obviar los problemas de empleo. Eso significa menos recaudación por el Estado, mientras al mismo tiempo el gasto se ha expandido, lo que da la pauta de que las líneas que deberían coincidir en la gráfica para tender al equilibrio, se están separando peligrosamente y creando una brecha negativa para los intereses del país.
En suma, se pasa a gastar bastante más de lo que se recauda, algo que solo se puede sostener por un tiempo, pero más temprano que tarde deberá corregirse para no promover el caos, con inflación y recesión simultáneas --la peor combinación posible--porque la alternativa es endeudarse y tirar la pelota para el año siguiente, para la próxima administración. Este presente griego de déficit fiscal no le sirve a nadie, y si no se introducen ya los correctivos, los augurios no son nada promisorios para quien asuma el gobierno el 1º de marzo de 2010.
Por supuesto, y menos en campaña electoral, no hay partido que anuncie que va poner en práctica un “ajuste fiscal”, que es un eufemismo que implica trasladar costos al ciudadano mediante una pérdida de su calidad de vida, dado que el Estado le requiere mayores recursos en forma traumática, a través de nuevos o más impuestos e incluso mediante reformas que tengan el mismo resultado. Así, el Frente Amplio no lo va a anunciar, porque significaría nada menos que reconocer el fracaso de la política económica debido fundamentalmente a no haber reservado recursos aprovechando la bonanza, para suavizar la caída por efectos de la crisis internacional, que llegó antes que lo que se preveía.
Por otro lado, como es ya tradicional, si bien la oposición ya está advirtiendo sobre las consecuencias del déficit fiscal, se cuidará muy bien de anunciar ajustes cuyos resultados son conocidos, aunque resulte inevitable para evitar males mayores.
Ante una realidad que rompe los ojos, es siempre preferible corregir el desfasaje este año, cuando se está más o menos a tiempo de nivelar gastos e ingresos sin mayores consecuencias.
Por supuesto, aunque se pretenda disimularlo con declaraciones que quitan entidad al problema, a esta altura el remedio urgente es adecuar el gasto público a las posibilidades del país, o mejor d icho, a las de los que generan la riqueza, para que puedan seguir haciéndolo sin que el Estado les corte los brazos o directamente la cabeza con su afán recaudador.
Lamentablemente, el gobierno ya ha dado el mal paso de comprometer aumentos salariales al sector público en base a una recaudación que se suponía iba ser mejor que la de 2008, cuando hasta un niño sabe que por efectos de la crisis internacional la caída en la actividad hará mermar los ingresos del Estado, en tanto la inflación supera los niveles esperados y la sequía afecta al aparato productivo de base agropecuaria. También los consejos de salarios en el sector privado han incorporado reajustes para una economía en expansión, y será una espada de Damocles sobre las empresas cuando ésta se estanque o peor aún, se contraiga. Para peor, la sequía que sufren hoy los productores rurales traerán consecuencias muy negativas para la economía nacional, y ni qué hablar si sumamos a todos estos factores una crisis en Argentina, nuestro socio del Mercosur, como ya vaticinan que sucerá pronto hasta piqueteros como De Angelis.
Este cóctel de elementos negativos se conjuga con el peor momento posible: año electoral, en el que las decisiones de gobierno se adoptan midiendo el costo político, y mucho nos tememos que lejos de haber aprendido la lección, por acción o por omisión el gobierno actual hará que recibamos otra herencia maldita. Esta vez en el peor escenario internacional, lo que hará más difícil la recuperación.


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