Paysandú, Martes 17 de Febrero de 2009
Opinion | 15 Feb En un encuentro que puede catalogarse de almibarado, los cancilleres de Uruguay y Brasil analizaron los problemas bilaterales y regionales así como la inserción del Mercosur en el esquema económico global, y en ese contexto coincidieron en considerar que la salida a la crisis financiera internacional y los problemas de mercado no son el retorno al proteccionismo.
Por cierto, esta es una postura con la que es imposible no coincidir, desde que en esta coyuntura encerrarse significa retroceder y echar más leña al fuego en vez de encarar alternativas valederas. Pero claro, una cosa es hablar en términos globales sobre lo que “se debería” hacer como regla general, y otra muy distinta actuar cuando las presiones internas crecen, los números se deterioran y es preciso apelar a remedios urgentes para salvar la ropa. Y esta necesidad se torna acuciante cuando, como ocurre en nuestro país, ese deterioro se da en año electoral.Pero por lo menos los cancilleres de Uruguay y Brasil, Gonzalo Fernández y Celso Amorim, se sacaron las ganas de explayarse sobre la situación, y el país más grande y la mayor economía de América Latina escucharon y departieron con el “enano llorón” del Mercosur.
Ocurre que la relación bilateral con Brasil tiene pronunciados vaivenes, que pueden ser en gran medida consecuencia de responsabilidades compartidas, pero que es marcada por la intención de Brasil de jugar en la cancha grande de la economía mundial, como nación emergente, y en este contexto no puede con su genio de cortarse solo cuando ve que la jugada en solitario le conviene, o en caso contrario, refugiarse en el Mercosur para entonces sí negociar en bloque aranceles externos que protejan sus exportaciones de la competencia en la región.
Quiere decir que por encima de las buenas intenciones, los acuerdos y enunciados deben ser tomados con pinzas y relativizados en el contexto de una crisis que nadie sabe cuánto se puede agravar ni cuánto durará. Ambos aspectos son claves para adoptar eventuales previsiones, pero no es fácil hacerlo en conjunto, salvo proclamar, como en este caso, que el proteccionismo es el peor remedio que puede ensayarse cuando el problema es de confianza y de retracción en los mercados internacionales.
Amorim expresó que “Brasil y Uruguay se preocupan con el proteccionismo y el interés de ambos países en reactivar la Ronda de Doha de la Organización Internacional de Comercio es suficiente para demostrar el deseo compartido de que haya un comercio abierto”, y aventuró que en el Mercosur “existen escenarios para ser explorados y que podrían evitar medidas de corte proteccionista en el comercio”.
Su colega Fernández, por su lado, subrayó la coincidencia con Brasil respecto a que “ante una crisis financiera, la solución es antagónica al proteccionismo y pasa por profundizar más la integración”.
Eso está muy bien y es plenamente compartible. Ocurre que horas antes, el propio presidente brasileño Luiz Inácio “Lula” Da Silva había admitido que el comercio con Argentina enfrenta problemas, a partir del momento en que la Aduana de aquel país aumentó el valor criterio de unos 800 productos de importación, en una medida precautoria que buscaría combatir la evasión fiscal y la subfacturación.
Esta medida ha dado lugar a la reacción de gremiales brasileñas, que reclaman medidas espejo en represalia contra productos argentinos, lo que sin embargo no comparte “Lula” al señalar que ambos gobiernos deberían sentarse “en una mesa en el ámbito del Mercosur para resolver las discrepancias”.
Los precios argentinos de referencia afectan sobre todo al sector textil y a ello se agregan las licencias previas exigidas por Argentina, por un lapso de 60 días que comúnmente se llevan a 90, lo que genera distorsiones que agravan el déficit comercial de nuestro país con la vecina orilla. Estas eternas discrepancias y conflictos de intereses en el Mercosur, donde en un rato se borra con el codo lo que se escribe con la mano, son síntoma de una orientación errática y tortuosa en las relaciones dentro del bloque regional, donde el bilateralismo argentino - brasileño ha primado y ni siquiera se consulta a los socios menores para salvar las apariencias. Y el rebrote proteccionista, esta vez del lado argentino, pero en línea con lo que ha practicado también ocasionalmente Brasil, revela que hay demasiada distancia entre el dicho y el hecho, como para quedarnos tranquilos esperando que se cumplan los acuerdos, y seguir atados a la suerte de un bloque cada día más tortuoso, por decir lo menos.
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