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Paysandú, Miércoles 18 de Febrero de 2009

SIMÓN FOMICHOV

“Estación Queguay fue un gran polo de desarrollo”

Locales | 13 Feb Faltaban minutos para el amanecer y la mañana seguramente iba a resultar tan calurosa y húmeda como la madrugada. Un par de horas más tarde eso se confirmó mientras íbamos camino a Estación Queguay. Caminamos por las calles del pueblo, donde solo el trinar de los pájaros rompía el silencio, en busca de alguien que podía tener una historia para contar. Y dimos con el vecino.
Con respeto por aquel silencio, apenas golpeteamos las manos. Un pequeño gato blanco aguardaba ansioso por su desayuno y dio cuenta de él velozmente cuando un hombre, avanzado en canas, le acercó una taza enlozada con un poco de leche. “Disculpe --me dijo--, tengo que atender al pequeño”.
Tras la presentación nos invitó a pasar al patio trasero de su casa. “Mire, a mí me dicen Zienca... es como que a los Franciscos les digan Pancho”. Así llaman en ruso a los Simones.
Sus abuelos llegaron de Rusia y él nació en San Javier, departamento de Río Negro, don Miguel Fomichov comenzó relatando que su padre era “algo gitano, porque andaba de un lado para el otro producto de su trabajo. Era mecánico y tenía que atender a las fábricas en diferentes puntos del país. Cuando pasó por Queguay, yo decidí quedarme”.
Por el año 1951, cuando el servicio de agua potable estaba en manos de Aguas Corrientes, don Simón atendía el motor de la pequeña planta de agua en Estación Queguay, luego Lorenzo Geyres.
Y entonces surgió la anécdota. “En Paysandú se sorprendieron, ya que Bergalli, el encargado del lugar, ya no llamaba más a la ciudad para que fueran a arrancar el motor”. Ese muchacho al tiempo enfermó y le pidieron al padre de Simón si podía quedar a cargo de la planta. Así fue que su padre se hizo cargo durante unos nueve años. Después fue Simón el que continuó la tarea, allá por el año 1960.
Confesó que su predilección por el lugar nació cuando conoció a Catalina Argipiuk, su actual esposa. Son padres de dos hijas que viven en Paysandú. Hace 12 años que se jubiló y a sus 76 años recuerda con nostalgia el movimiento que otrora tuvo Queguay.
Asegura que siempre fue “muy aplicado al trabajo”, en tiempos en que había surtidores de agua en las esquinas. Las primeras redes instaladas en el pueblo se conectaron en barrio Villalba, por la década de 1950. “Luego y durante el gobierno departamental del arquitecto Walter Belvisi se anexaron más cañerías. Cuando el doctor Jorge Larrañaga fue intendente, la comisión que integrábamos junto a otros vecinos, le dijimos que el gobernante anterior había hecho tal o cual obra y así lo comprometíamos a continuar con lo que ya habíamos comenzado. Recuerdo que demoré mi jubilación porque quería cumplir con una ampliación. Después, cuando levantaron el barrio de Mevir, ampliaron la red, porque la conectaron con la del resto del pueblo”, detalló.
Por los años ‘50 “el pueblo tenía un fuerte desarrollo socioeconómico a raíz del movimiento que generaban dos grandes comercios de acopio de cereales y ramos generales; la Casa Máscolo y la que conocíamos como Casa Merello, porque después supo ser de Víctor Zardo, quien tuvo una decidida incidencia en el centro poblado”.
Eran tiempos en los que el ferrocarril daba movimiento a una vasta zona. El Correo también tenía intensa actividad y los productores llegaban desde Santa Blanca, Santa Kilda, Arroyo Malo y Mataojo en busca de provisiones y pasaban de largo por Quebracho. Porque Queguay era el polo donde se concentraba la mayor actividad.
“La comisaría estaba ubicada acá, se trata de la Sexta Sección y contábamos con central telefónica. Todo era posible por estar cerca de la ciudad. Yo conozco gente de San Javier y de Paso de la Cruz que tiene su casa hecha con cemento comprado en esta localidad. Pero definitivamente el tren fue el factor decisivo para que se generara todo ese movimiento”.
También contó Fomichov que el local de remates de Muró “era un centro obligado en las ferias ganaderas de la época. Era imponente el movimiento. Y la estación de ferrocarril contaba con embarcadero para atender la gran demanda”.
Finalmente sintetizó aquellos años “como una época que tenía cosas lindas y de las otras. El trabajo era más grosero, es decir más de tracción a sangre. Hoy parece que la gente está más atendida, pero en lo comercial hemos venido decreciendo”. Porque del pueblo se fue mucha gente.
“Ya por aquellos años los adolescentes viajaban en motocar para poder continuar con sus estudios en la ciudad”.


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