Paysandú, Miércoles 18 de Febrero de 2009
Opinion | 16 Feb Más allá de las simpatías prácticamente unánimes que ha despertado en América Latina ya a partir de su postulación como precandidato en las primarias de su partido, y luego como candidato presidencial, el mandatario estadounidense Barack Obama es todavía una incógnita para los latinoamericanos, no solo por su carácter de recién llegado a la política “grande”, sino porque el subcontinente no ha sido prácticamente mencionado en su campaña, y sus primeros actos de gobierno indicaron escaso interés por marcar alguna especial atención hacia sus vecinos del Sur.
Por supuesto, la simpatía de que goza en esta región, como seguramente en la mayor parte del globo, no surge de lo que puede esperarse de Obama en cuanto a beneficios para los latinoamericanos en especial, sino de otras expectativas aunque sí deberíamos esperar que le interese lo que ocurra en esta parte del continente, o por lo menos así reflejarlo.
Por supuesto, a los latinoamericanos nos generan fuerte resistencia gobernantes con marcada inclinación por actitudes belicistas en la relación intenacional, y en el caso de Estados Unidos, es notorio que el Partido Republicano ha sido uno de los mayores representantes de los “halcones” de Washington en política exterior, en tanto el Partido Demócrata, al que pertenece Obama, ha tenido más actitud de diálogo y otra consideración en la defensa de los derechos humanos –especialmente durante la Presidencia de Jimmy Carter-- que ha generado sentimientos más o menos recíprocos en el globo y potenciado valores a menudo relegados.
Incluso Jimmy Carter, a quien los estadounidenses lo tienen considerado como un mal presidente, goza en cambio de gran prestigio en el exterior, al punto que es insistentemente convocado como negociador en conflictos y a menudo objeto de homenajes de reconocimiento por su labor durante su Presidencia como defensor de los derechos humanos en todo el planeta.
Pero en un mundo donde lo material marca la agenda en forma prioritaria, cuando precisamente estamos inmersos en una crisis financiera internacional y ya se instaló la recesión en Estados Unidos, que a la vez repercute en prácticamente todo el mundo, la expectativa de los latinoamericanos no solo pasa por la relación de política internacional, sino también por el tema de intercambio comercial y fundamentalmente las perspectivas de ingreso de productos de la región a un mercado que tradicionalmente ha pagado buenos precios, pero con la contrapartida de exigencias sanitarias y cuotificaciones que no resultan fáciles de superar.
Precisamente los antecedentes del Partido Demócrata en esta materia no son los mejores para promover el comercio con esta parte del mundo, y mucho menos cuando las reacciones por la crisis en Estados Unidos apuntan inequívocamente a promover un proteccionismo que ya fue incluido en las condiciones del “paquete” de 800.000 millones de dólares para revitalizar la economía, y generó fuerte resistencia internacional la cláusula de que debía utilizarse solo hierro y acero fabricado en Estados Unidos, al punto de que todo indica que sería dejada sin efecto.
El analista de temas internacionales y especialista en política exterior de Estados Unidos, el periodista Andrés Oppenheimer, subraya a propósito de este tema, en un artículo publicado por el diario El País, que si bien “Obama está nombrando a varios funcionarios de origen hispano en su administración desde el retiro de la nominación del gobernador de Nuevo Mexico, Bill Richardson, al cargo de secretario de Comercio, no hay ninguna figura prominente en el gabinete que tenga un interés especial para América Latina o un conocimiento profundo de la región”.
Por otro lado, según indicó una fuente de primera línea consultada por el periodista, el nuevo gobierno de Estados Unidos, “teniendo en cuenta la baja prioridad de Latinoamérica en la agenda actual de Washington, ‘vamos a concentrarnos en los países más importantes’. Traducción: Brasil y México”.
Es decir que en realidad, lejos de diferenciar a países pequeños como Uruguay e identificar intereses comunes y posible intensificación de relaciones comerciales, en Washington la Administración Obama apostaría a erigir a Brasil y México como los abanderados del subcontinente, y desde ahí bajar escalones, cuando cuadre, para prestar atención a los que sigan en categoría.
Y más allá de las simpatías que despierta Obama con su actitud hacia el mundo, y anunciar que no tendrá posturas intervencionistas, no puede olvidarse que pese a todo el denostado y “belicista” George Bush tuvo especial consideración hacia Uruguay en más de una oportunidad, y que en su momento no vaciló en tender un crédito puente vital para superar la crisis de 2002, pese a nuestra pequeñez y mínimo peso internacional. Lo que reafIrma el viejo dicho de que todo depende del cristal con que se mire, y que a la vez de extender una carta de crédito al nuevo presidente, también debemos aguardar los acontecimientos para evaluar su gestión sin preconceptos, sobre realidades, más allá de las simpatías y esperanzas que despierte.
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