Paysandú, Viernes 20 de Febrero de 2009
Opinion | 18 Feb Una vez más Paysandú está de luto por la pérdida de un joven ciudadano en un trágico accidente de tránsito, mientras otro lucha por su vida en el CTI de la mutualista local. Esta tragedia, como tantas otras, era prevenible y hasta evitable, pero ciertos factores atribuibles al azar algunos y la imprevisión otros, determinaron este triste desenlace. Más tarde el dolor y la impotencia dan paso a las preguntas y la búsqueda de culpables, pero nada podrá devolver el ser querido a una familia destrozada. El análisis, en todo caso, solo sirve para evitar que estas situaciones se repitan o al menos minimizar los riesgos ante lo inevitable.
En la madrugada del domingo estaban todas las condiciones dadas para que algo así ocurriera, como en cualquier fin de semana en cualquier calle de Paysandú. Había alcohol, jóvenes disfrutando de la adrenalina que produce el control del acelerador, mucho tránsito descontrolado, pocos cascos en la cabeza de los motociclistas y un semáforo funcionando que como casi siempre ocurre en la madrugada, es ignorado sistemáticamente. Lo que no hubo precisamente era control municipal que --como todos los noctámbulos saben-- en la madrugada brilla por su ausencia.
Cargar todas las culpas al municipio no sería justo, por cuanto el tránsito “es responsabilidad de todos”, pero es cierto que todos sabemos que donde no hay controles, reina la anarquía, y este es el caso en nuestras calles cada noche. El casco hubiese quizás podido darle otra oportunidad a estos jóvenes, pero resulta muy difícil convencer a un adolescente para que lo use cuando “nadie” lo hace, por lo que se siente un tonto ante sus pares si lo lleva puesto para salir “de farra”. Y la ley poco importa si es letra muerta.
Por otra parte, un solitario semáforo encendido es una tentación a ignorarlo cuando “no viene nadie”, especialmente si cambia a luz amarilla y falta poco para alcanzar la bocacalle. Pero la trampa en este caso está en que dura solo tres segundos antes de cambiar a roja, y ese tiempo no alcanza para superar la calzada si se está a más de 22 metros de la bocacalle y se circula a más de 40km/h.
En todo caso, dado el caos que caracteriza nuestro tránsito, una buena medida sería que todos los semáforos permanezcan apagados durante la madrugada, puesto que así cada conductor se cuidará muy bien al llagar a una esquina. Porque además, si ocurre una desgracia, resulta harto difícil probar quién fue el infractor y quién estaba realmente habilitado. Esto no soluciona los problemas, pero al menos mitiga los riesgos mientras la Intendencia permanezca ausente en su función de ordenar y fiscalizar el tránsito a toda hora, y no cuando le resulte más fácil.
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