Paysandú, Viernes 20 de Febrero de 2009
Opinion | 19 Feb Según un reciente informe periodístico, en los últimos dos años la Asociación de Videoclubes y Afines del Uruguay (AVA) incautó más de 275.000 discos “piratas”, lo que arroja un promedio de casi 12.000 copias mensuales.
Las incautaciones dan cuenta del volumen de negocios de los denominados “discos truchos” con películas que se venden habitualmente en ferias y puestos ambulantes y que involucran hasta “laboratorios” montados para hacer copias. Los operativos se realizan con apoyo policial y fundamentalmente en Montevideo, pero según directivos de la referida asociación muchas comisarías o la Dirección de Investigaciones tampoco pueden atender el tema como se pretente, puesto que generalmente deben abocarse a la atención de otros ilícitos que se consideran más urgentes e incluso más importantes.
El tema, si bien es común, no es menor, puesto que la venta y adquisición por parte de la población de CDs de películas truchas forma parte de un mercado negro que mucho prejudica a la industria y el comercio formalmente establecido que opera en el rubro, además de tratarse de un delito, puesto que, en definitiva, lo que se está adquiriendo es una falsificación. Esto significa además una vulneración flagrante de los derechos de autor.
Como es sabido, existen diferentes modalidades de “piratear”, desde quienes bajan películas de Internet y lo comercializan entre familiares y amigos hasta personas que con apariencia de socios comunes de cualquier videoclub, se llevan seis o siete estrenos de un día para el otro, los graban en sus domicilios y luego los comercializan, también a menor escala.
No obstante, el daño mayor lo producen organizaciones formadas por pequeños capitalistas que han hecho una inversión medianamente significativa en computadoras y grabadoras de CD que les permite obtener diariamente cientos de películas en “laboratorios” creados especialmente con ese fin.
Ahora bien, del otro lado está el consumidor, que también tiene su cuota de responsabilidad en este asunto, porque si la piratería existe es porque tiene un mercado para expandirse. En un país donde la “viveza criolla” se presenta a veces como deporte nacional, este no es un problema insignificante, sino que mucho complica cualquier acción de contralor o represión, puesto que si bien las organizaciones ilegales que se dedican a falsificar películas pueden ser desarticuladas, es probable que se vuelvan a armar o surjan otras nuevas si encuentran que hay personas dispuestas a seguir comprándoles.
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