Paysandú, Lunes 23 de Febrero de 2009

OPINIONES

Recibimos y publicamos

Locales | 22 Feb Advertencia de siglos
para una educación que
debemos revisar
“Cuando los padres se habitúan a que sus hijos operen a su antojo... Cuando los hijos, teniéndolo todo, no tienen en cuenta las opiniones de sus padres... Cuando los maestros tiemblan ante sus alumnos y prefieren por razones (llamémosle motivos) de temor o comodidad, halagar sus imprudencias... Cuando finalmente los jóvenes menosprecian las leyes porque no reconocen la autoridad de nadie, estaremos en el comienzo de la tiranía”.
Las alertas precedentes no pertenecen a ninguno de los dirigentes políticos en actividad, aunque muchos las compartan por su innegable actualidad. Pero conviene destacarlo, atravesaron el tiempo con el alcance de casi 2.500 años, luego de ser pronunciadas por el filósofo griego Platón.
Parece increíble que lo que ya era preocupación de siglos anteriores a nuestra era cristiana, hoy sean factores de distorsión en este pequeño país nuestro, frenando el desarrollo y las naturales ansias de crecimiento de ciudadanos de cualquier edad y condición económica que procuran escapar a la oscuridad del descreimiento que nos envuelve.
Nada será posible en el futuro, con ningún gobierno, si no empezamos a rectificar por el principio las condiciones que nos agobian y si para ello no ponemos el acento en nuestras propias responsabilidades familiares, que deben ser prolongadas con el complemento de una educación inspirada y libre de ataduras ideológicas.
Es en materia de educación, donde cada vez resulta más urgente tomar medidas, porque cada generación que pasa sin recibir la enseñanza pertinente, es una generación que ingresa perdiendo en la competencia de la vida.
Por eso coincidimos totalmente con el doctor Lacalle cuando señala que en materia de educación lo primero es exigencia del cumplimiento del orden jerárquico y disciplinario para que el acto de educar --que es lo esencial y que debe partir desde nuestras mismas mesas de familia-- se ejerza dentro de los parámetros de respeto y ambiente propicio para ello. Que va, desde que los profesores en ejercicio de sus deberes, concurran y estén presentes, hasta que sean respetados por su admirable investidura.
Que va desde que el menor pueda expresarse libremente, pero sin olvidar que por su propia inmadurez tiene que estar encuadrado dentro de un régimen de disciplina, de notas, de asistencias, de formas elementales de educación, que son las que empiezan a formar una personalidad.
Cualquier contacto del alumno con su profesor --aún dentro de las expresiones de mayor confianza y amistad-- debe comenzar por el reconocimiento de que a su frente tiene un valor jerárquico a quien se le debe respeto.
No obstante al entrar a considerar el respeto por el profesor, debemos dar por descontado que ese maestro está suficientemente preparado para educar y no es un improvisado pedagogo. Mucho menos un obsecuente servidor de ideas políticas propias o ajenas, que solo ejercita a través de acatos de adulonería o conveniencia funcional en desmedro del superior cometido de educar.
Hay que erradicar la política partidaria de los centros de enseñanza, lo que implica preparar cívica y moralmente a los jóvenes para que luego, ellos por sí solos y en función de su razonamiento personal, hagan la política por lo grande, captando todo lo generoso que tiene esa actividad cuando se la cultiva con idoneidad y afán de servicio comunitario.
Pero habrá que prescindir --insistimos-- de aquellos falsos educadores que hoy, sin ir más lejos y en número preocupante, están mutilando el pensamiento de jóvenes estudiantes y hasta de escolares, cometiendo el crimen de contar la historia como se les ocurre y conviene a sus inconfesables instintos de hacer política con la inocencias. Esa tendrá que ser tarea de responsable vigilancia de padres y de abuelos, que jamás deben renunciar a transmitir a sus descendientes lo que a ellos mismos les tocó vivir. Y porque además la educación, el respeto , la honradez y la verdad empezaron también, desde hace siglos a discutirse en la mesa familiar para después proyectarse a los centros de enseñanza y completar la formación del hombre libre.
Rubens Walter Francolino, edil Partido Nacional.


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