Paysandú, Martes 24 de Febrero de 2009

Solicitada

Locales | 18 Feb Experiencia en la huerta
Una breve experiencia surgida en mi huerta, aquí en Paysandú, en la primera semana de enero, no hizo sino confirmar las profundísimas causas por las cuales nuestros gobernantes carecen de los mínimos conceptos y realidades de nuestros campos, con sus alegrías bien merecidas, o con sus preocupaciones y riesgos por ser un negocio “a la intemperie” y con sus tragedias, demasiado frecuentes, que sólo traen lágrimas, desesperación y tantos suicidios debido a esas causas extremas, en la economía empresarial.
Ocurrió que un varoncito de una familia amiga, con 13 años y exitoso estudiante liceal, nacido y criado en Montevideo, vino de vacaciones a nuestro hogar. Es inteligente, de carácter serio, respetuoso y buen colaborador en mis trabajos de la huerta. Su franco asombro al conocer la sexualidad del maíz, cosechar choclos, zanahorias, higos, etc. Su sorpresa por las rajaduras de la tierra reseca en los caminos, donde penetra la palma de la mano (en san José, Libertad, ya entra el vaso de un caballo por 18 meses de carencias...) Vio el sufrimiento de árboles añosos como damascos y ciruelos que mueren, imposibles de regar, y la esencialidad de la malla de sombra para proteger tomates, berenjenas, morrones, remolachas y su mesurado riego en días alternos, que también liga al privilegiado maíz... Todo ese mundo nuevo para su mente fértil, repetida en otras vacaciones, le serán inolvidables. Su sorpresa se renovó cuando tamizamos trigo para moler y producir harina integral: “¿éste es el trigo?” me preguntó. “¿Y cómo te lo habías imaginado?”, le pregunté yo. Le obsequié varios kilos de esa rica harina sin refinar, para amasar panes distintos.
Preguntado sobre sus proyectos de estudio, contesta: “pienso ser abogado”... y tiene “pinta” para serlo, por su seriedad como adolescente. Y aquí viene el motivo de esta carta.
Pienso y recalco la primera frase escrita: gobernantes ignorantes de nuestros problemas agropecuarios, errando en simplísimas nociones de sentido común, año tras año... A mi juicio, hay causas varias y gravísimas como permanentes, desde José P. Varela. Y sufriremos hasta no cambiarlas drásticamente: 1) Planes de estudio escolares y liceales, priorizando materias “culturales” que no acercan -sino alejan- a esas mentes, de nuestras latentes realidades agropecuarias, perdiéndose las únicas largas oportunidades en 10 años de Primaria y Secundaria de impregnar a los estudiantes, de las reales y honestas luchas que sostienen, día a día, desde el más humilde horticultor, al extenso empresario agrícola ganadero; 2) Para no errar en este utópico cambio instructivo en Primaria y Secundaria, considero indispensable el asesoramiento en dichos programas educativos, en países que se destacan en ese tema, especialmente Nueva Zelandia y además Gran Bretaña. Sería de esperar que los abogados del futuro -seguramente gobernantes- recuerden esas realidades vividas en esa joven etapa de la vida, aunque muy poco sepan -para la vida- de intrascendentes temas de Literatura, Sociología, Filosofía o de Astronomía que los ahondarán si eligen esos caminos, sin estorbar aquella formación juvenil agropecuaria, absoluta base de la economía del país. Para terminar, la pregunta clave que nos sumerge en pesimismo: “¿quiénes le pondrían el cascabel al gato?”
Livio Dutto, médico
veterinario rural


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