Paysandú, Sábado 28 de Febrero de 2009
Locales | 22 Feb (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos) “Ha sido un largo viaje hacia este momento”, dijo el actor Sidney Poitier, en 1964, cuando ganó el primer Oscar a Mejor Actor. Era la primera vez que un negro levantaba esa estatuilla.
El actor nacido en Las Bahamas, en una granja de tomates propiedad de su padre, subió eufórico al escenario, donde lo esperaba la actriz Ann Bancroft con su estatuilla 24 kilates oro. Nadie entonces, a poco del asesinato de John F. Kennedy podía imaginar, ni siquiera los escritores de ciencia ficción, lo que vendría.
Hubo que esperar al 2002 para que otro actor negro ganara una estatuilla similar. “Esta noche han matado dos pájaros de un tiro” dijo el actor Denzel Washington levantando el Oscar. Aludía, nada menos, al hecho de que por primera vez en la historia del famoso premio, una actriz negra -Halle Berry- ganaba el Oscar a Mejor Actriz.
“Marquen ustedes la diferencia y no escriban mañana que el Oscar lo ganó un actor negro, digan solo que lo gano un actor”, retó luego a los periodistas que lo entrevistaron. Pero entonces tampoco se avizoraba lo que vendría.
Hasta que este año -2009- un negro asumió la Presidencia de los Estados Unidos. En su discurso celebrando la victoria aseguró “El cambio ha llegado a los Estados Unidos”.
Y vaya si era cierto. Negros como el habían sido traídos contra su voluntad para trabajar como esclavos; la nación se había desangrado en una terrible guerra para dirimir la cuestión de continuar o no con la esclavitud. Y aunque libres, durante muchas generaciones -e incluso hoy- muchos negros ocupan aquellos trabajos que los gringos blancos no quieren realizar.
Pero el primer ciudadano de la nación, finalmente, es negro, ganando un lugar que costó mucho, pero que finalmente se obtuvo. Probablemente -¿cómo saberlo?- Obama haya recordado a aquel notable actor negro, Sidney Poitier, el primero galardonado por la Academia de Hollywood, el primero en hacer camino en el difícil y complejo mundo del cine industrial.
Esta noche, como hace 81 años, el Oscar vuelve a ser rey, en una noche que promete mucha diversión, pero que probablemente sea más austera que en ediciones anteriores, pues la industria no ha escapado a la crisis y ha sufrido un alto desempleo.
Pero con el objetivo de detener la pérdida de televidentes de este costoso evento, los organizadores prometen un espectáculo audaz, posiblemente más corto y con muchas sorpresas, a cargo de productores que antes del domingo solo habían organizado la gala musical de los premios Grammy.
El maestro de ceremonia será el actor australiano de cine y musicales Hugh Jackman.
Una minoría, la negra, ha alcanzado algunas de sus reivindicaciones, en esta nación acostumbrada a discriminar. Otra minoría, la latina, hoy la principal y camino a convertirse dentro de pocas décadas en la primera mayoría, aun espera siquiera por la posibilidad de vivir sin el temor del mañana, sin pensar que cuando alguien golpea la puerta es de Inmigración, sin tener que inventar curiosos sistemas para lograr cosas tan básicas como una licencia para conducir automotores.
Si la historia se repite, si el crecimiento comenzara en el mundo del cine, hay mucho camino por transitar todavía. Ningún hispano ha logrado jamás un premio principal en Hollwood. Nombres como Gustavo Santaolalla o Pedro Almodóvar han levantado la estatuilla más allá de la categoría Mejor Película Extranjera. Pero nadie ha llegado al sitio de Poitier. Y tampoco lo hará este año pues la española Penélope Cruz, que tiene muchas posibilidades de triunfar, está nominada a Mejor Actriz Secundaria y el chileno Claudio Miranda ha sido postulado por Mejor Fotografía.
Es que para que un latino gane el Oscar en categoría principal, primero necesita de muchos latinos trabajando habitualmente para los grandes estudios y productoras.
Lo que aun no acontece. Recién entonces se podrá aspirar a un Oscar “latino”. Del mismo modo, la posibilidad de que un latino llegue a la Casa Blanca necesita de la participación activa en la política gringa de los latinos, con ideas renovadoras, con empuje, con decisión.
Por ahora, queda seguir mirando como espectadores la gran gala de Hollywood. O compartir la alegría que un representante de una minoría y de los inmigrantes llegó a la Casa Blanca. Oh saber que cuando las estrellas de Hollywood levanten el Oscar, tendrán en sus manos -esencialmente- el producto de mano de obra latina, de los trabajadores latinos de la fabrica R. S. Owens, en Chicago, donde desde 1983 se fabrica el Oscar, conocido técnicamente como 3453.
El camino es largo, sinuoso. Pero sin dudas los latinos han llegado aquí no para triunfar, como habitualmente se dice en muchos ámbitos, sino para conquistar. Hoy discriminados, en pocas décadas serán la principal etnia. Entonces, es probable, los actores ya no se llamarán John, Richard o Mickey, sino simplemente Juan, Ricardo o Miguel.
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