Paysandú, Sábado 28 de Febrero de 2009
Opinion | 23 Feb El mundo actual, cada vez más interdependiente y a la vez más individualista, ofrece a la sociedad grandes desafíos. Uno de ellos es el afianzamiento de la identidad amenazada muchas veces por la pérdida de valores, del vínculo con el propio pasado o la destrucción del entorno y las cosas que nos remiten a lo que fuimos y a lo que somos.
De alguna manera, el patrimonio cultural tiene también un carácter bidimensional en cuanto memoria histórica y vestigio de un pasado y recurso del presente que puede ser rentabilizado hacia ideales de crecimiento y desarrollo local. Lo que ocurre a veces es que, sumidos en el ajetreo y la atención de los problemas cotidianos, se nos vuelven invisibles objetos de valor patrimonial que son ni más ni menos que testigos del tiempo, memoria de nuestra identidad.
Es frecuente que denunciemos la suciedad que generan los propios vecinos en lugares públicos, manifestemos preocupación tras actos de vandalismo contra bienes también públicos o denunciemos roturas de caños y pérdidas de agua en la vía pública. Está bien hacerlo puesto que no solo tenemos derecho sino que, ante la indiferencia ajena, la denuncia pública se vuelve un arma para llamar la atención y exigir soluciones.
Menos frecuente es encontrar preocupación genuina por la preservación de objetos de valor patrimonial, casi en peligro de extinción, diseminados en nuestras calles. Ejemplo de ello son los antiguos surtidores de agua, de hierro fundido, que con variaciones de modelo aún se encuentran en algunas esquinas de Paysandú. Su colocación empezó en nuestra ciudad en 1917 cuando se instaló la empresa de Aguas Corrientes, que extraía agua del río, la purificaba y distribuía, tal como hoy lo hace OSE. Son verdaderos faros de un momento de la historia ciudadana que no deberíamos perder. Y como están en riesgo, cabe plantearse la posibilidad de realizar su rescate --como tiempo atrás se hizo con el antiguo nomenclátor--, por ejemplo trasladándolos a ubicaciones estratégicas donde estuvieran más cuidados.
Conocer lo que tenemos es el primer paso para llegar a una comprensión del significado histórico y la realidad actual de nuestros bienes culturales. Y es seguro que aquí en Paysandú muchos niños desconocen no solo la existencia sino la utilidad que tuvieron los fieles y antiguos surtidores, por la sencilla razón de que no se les ha explicado cuál era su función.
Y porque corresponde en primer término a los adultos la responsabilidad de nuestro pasado, hay sobradas razones que justifican todo esfuerzo por conservar y valorar el patrimonio cultural, para darlo a conocer y protegerlo de tal manera que esté disponible para el presente y también en el futuro.
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