Paysandú, Martes 03 de Marzo de 2009
Opinion | 02 Mar El viernes, y por si acaso, una delegación salteña logró concretar una audiencia con las autoridades de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) en Montevideo, a efectos de ampliar conceptos y hacer un seguimiento de la iniciativa de instalar en esa ciudad un centro cardiovascular de carácter regional, que tuvo en principio el visto bueno de la anterior dirección de este organismo, no sin antes librar una larga batalla ante las autoridades ministeriales y la propia ministra de Salud Pública, María Julia Muñoz, quien nunca ha visto con buenos ojos la idea.
La sorpresa de los salteños, empero fue mayúscula: las jerarquías de ASSE, instaladas ya desde hace un tiempo, ni siquiera tenían idea de que había una iniciativa de regionalización de este servicio, porque nadie los puso en antecedentes, y de no haber sido por la inquietud las fuerzas vivas salteñas, el proyecto hubiera permanecido enterrado por los siglos de los siglos.
La delegación del vecino departamento se entrevistó con el presidente de ASSE, doctor Félix González, y con el encargado para el Interior, Richard Millán, “a efectos de analizar en qué etapa se encuentra la gestión del Centro Cardiovascular para Salto y la región Norte del país”, de acuerdo a lo que publica nuestro colega salteño “Cambio”.
Pues la respuesta fue sencilla esta vez, porque se sintetiza en un “cero” redondo, desde que los titulares de ASSE no tenían idea de que una iniciativa así ya había sido considerada y tenía la opinión favorable --al menos así lo había expresado éste-- de su antecesor en el cargo, el doctor Baltasar Aguilar.
Por lo tanto los salteños debieron asimilar el golpe, rebobinar y exponer nuevamente ante los atentos pero desubicados jerarcas, las razones por las cuales el cuerpo médico y fuerzas vivas salteñas, incluyendo sus autoridades, plantean la necesidad de instalar este instituto de medicina altamente especializada en su departamento, para atender una vasta región del Norte del río Negro que debe trasladar sus pacientes 400, 500 y 600 kilómetros hasta Montevideo para ser sometidos a tratamiento de alta tecnología.
Por supuesto, estamos ante casos delicados, por decir lo menos, que implican largos traslados para pacientes ya diagnosticados y con buena expectativa de recuperación, pero con su condición siempre en riesgo adicional por efectos del largo viaje, y ni qué decir cuando se trata de urgencias y problemas agudos que solo pueden resolverse o atenderse con las mejores garantías en institutos de medicina altamente especializada.
En realidad, los salteños, la región, no deberían siquiera tener que explicar de qué se trata, porque es algo de sentido común. Ocurre que en el centralismo montevideano el sentido común indica que si algo existe en Uruguay debe estar en Montevideo, y a partir de allí todos adoptar las previsiones correspondientes para llegar, pagando así el atrevimiento de vivir tan lejos del Uruguay de verdad.
Pero después de recorrer tantos kilómetros y asumir que al fin de cuentas la culpa no es de quienes asumen el cargo, a los que nadie les dijo nada, tras sorprenderse por tamaño desconocimiento, la embajada del vecino departamento logró que las autoridades de ASSE se comprometieran a iniciar un trabajo en conjunto con los directores de hospitales del Litoral Norte y a tener una comunicación más fluida con las fuerzas vivas del departamento.
Por supuesto, hay que partir de la base, primero, de que estamos ante el Estado uruguayo, donde a menudo la mano izquierda no sabe lo que hace la derecha y viceversa. Y segundo, que si a la vez la cabeza del ministerio no tiene voluntad política de llevar adelante determinada propuesta, cuesta poco inferir que si los salteños no se hubieran vuelto a mover, el proyecto ya tendría expedido el certificado de defunción, que por supuesto tiene ya para la actual administración de gobierno.
Pero por lo menos impusieron a la dirección de ASSE de que el anterior director del servicio, el doctor Baltasar Aguilar, había anunciado el IMAE cardiológico para Salto y que solo restaba coordinar cómo y de qué manera se iba a implementar.
Por si alguien tenía alguna duda, ese desconocimiento total vuelve a mostrar que el centralismo es una enfermedad crónica que corroe al país; que se suceden los gobiernos de todos los partidos pero la mentalidad es siempre la misma, y que los “cambios” y los enunciados que se repiten machaconamente sobre la descentralización siempre quedan en la nada cuando llega la hora de la verdad.
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