Paysandú, Miércoles 04 de Marzo de 2009
Opinion | 27 Feb Unos cuantos milímetros de agua cayeron prácticamente en todo el país y en las últimas semanas la llegada de la lluvia trajo alivio en varios sentidos. Fundamentalmente permitió aumentar el caudal en los embalses de toma de suministro de agua potable y aportaron hidratación al suelo para el inicio de la recuperación de las aguadas y las pasturas naturales.
Sin embargo la emergencia continúa vigente, ya que el hecho de que haya llovido no significa que haya suficiente alimento para el ganado en los campos o que se recuperen las plantaciones de maíz y de soja que fueron afectadas.
Cuando el déficit hídrico es tan pronunciado como el que se registró este año el mal está hecho y por más que llueva no se podrán borrar las secuelas, como si la seca no hubiera existido.
Evidentemente la situación está mejor, pero las lluvias solo marcan el final de una situación y el punto de partida para la recuperación será lenta.
El campo cambió de color, pero la situación continúa siendo muy crítica, ya que el ganado se encuentra muy afectado y tendría que ganar muchos kilos en lo que queda del verano y el otoño, para entrar al invierno en mejores condiciones, pero los campos no dan para eso.
Muchas personas opinan con liviandad que “la seca ya fue”; sin embargo la proximidad del invierno y las dificultades para el acceso a la compra de raciones –por ausencia de oferta-- para suplir la carencia de pasto son razones suficientes para mantener el grado de alerta. Los beneficios de la lluvia son importantes, pero no automáticos y debemos ser realistas en ese sentido. Mantener el grado de alerta y aportar medidas paliativas son opciones aún necesarias para pasar el invierno.
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