Opinion | 07 Mar La “propuesta” de la central sindical Pit Cnt de reducir las horas trabajadas en los sectores que resulten más afectados por la crisis financiera internacional, pero a la vez manteniendo los sueldos, llamaría a risa si no fuera que parece que lo dicen en serio, y porque además para los asalariados que  crean que se puede hacer realidad implica la esperanza de mantenerse en pie cuando otros caigan, y a la vez trabajando menos.
Es absolutamente imposible, un acto de voluntarismo que significa poco menos que descubrir la forma de generar riquezas de la nada y sin ningún esfuerzo, que se pretenda hacer realidad esta parodia de salida, cuando a la vez se conjuguen factores adversos como una caída de la actividad, menos ventas y costos inamovibles para un sector empresarial que a la vez sufre costos exacerbados por efectos de una gran presión tributaria y cargas sociales que a menudo se hacen insostenibles.
En realidad esta alternativa tragicómica es una vía segura para que vayan desapareciendo las fuentes de empleo, por lo que este voluntarismo en realidad va también en contra del trabajador, que es el primero en sufrir las consecuencias de la inviabilidad económica de las empresas a través del  desempleo e imposibilidad de cumplir con los ajustes salariales establecidos.
Claro, ocurre que en la central sindical ideologizada al punto de tener como referencia a Cuba y los desaparecidos regímenes comunistas que cayeron por su inviabilidad, precisamente, sigue primando la visión de la lucha de clases e incluso de los sindicatos de empleados públicos, que continúan reclamando aumentos –y el  gobierno se los da—porque los costos de esas mejoras los paga toda la sociedad, sobre todo los asalariados privados. Estos siguen pagando impuestos para financiarlos, y a menudo pagan con sus propios empleos y pérdida de calidad de  vida la carga que les traspasan “solidariamente” los compañeros que tienen  seguridades, inamovilidad y beneficios que ya quisieran tener los del sector privado.