Paysandú, Domingo 08 de Marzo de 2009
Opinion | 08 Mar La devaluación registrada en lo que va de marzo muestra una aceleración de un proceso que se viene manifestando sobre todo desde febrero, pero tras un período en el que se ha dado un proceso inverso de revalorización de la moneda nacional, que pauta la tendencia significativa sobre todo de los dos últimos años.
Y las políticas cambiaria y monetaria, íntimamente relacionadas entre sí, forman parte de los parámetros macro que se proyectan con marcada influencia en el esquema socioeconómico del país, incluyendo la circulación de dinero, el intercambio comercial y la evolución de precios y salarios, solo por mencionar algunos respectos relevantes.
La relación cambiaria tiene decisiva proyección sobre las exportaciones, por cuanto un dólar a mayor precio favorece la colocación de productos en el exterior, desde que rinden más los dólares al pasarlos a pesos y eso favorece la competitividad.
Por lógica, esta relación debería enmarcarse en un equilibrio que es muy difícil de lograr, pero a la vez imprescindible para no inclinar la balanza hacia uno u otro lado en forma acentuada, desde que un dólar alto es factor de encarecimiento de insumos y productos de consumo popular, lo que implica que tiene efectos negativos sobre la inflación.
Este análisis, aún incompleto, igualmente sirve para ubicarnos en una problemática que es muy compleja, a la vez de polémica, y en la que se involucran intereses contrapuestos que son parte indisoluble de la delicada trama socioeconómica del país, lo que indica que quienes adoptan las decisiones deben hacer una ponderación adecuada y permanente de la incidencia de estos elementos en aras del interés general.
Es que según el dicho popular, no se puede chiflar y comer gofio al mismo tiempo, y en economía también es muy difícil instituir un punto de balance más o menos perdurable, por lo que suelen adoptarse decisiones en base a lineamientos y tendencias en el marco de un rumbo preestablecido y con énfasis en algunos de los aspectos que se procure preservar a ultranza, a costa de poner en riesgo este deseable equilibrio.
Así, no puede extrañar que las medidas que se instrumenten enfaticen las prioridades y se rompa el balance a sabiendas, con la expectativa de que los efectos colaterales no resulten tan malos o al menos sirvan para “ir tirando” durante el tiempo que se quiere ganar.
El analista Jorge Jauri, en el diario “La República”, formula un interesante análisis a propósito del tema, y concluye en que el tipo de cambio real está un 12% por debajo de los promedios históricos. Enunciado de esta forma, puede parecer un tema menor para el ciudadano común, pero en realidad está lejos de serlo, porque guarda directa relación con las posibilidades de exportar justamente en un período en que la crisis financiera internacional está haciendo resurgir proteccionismos hasta en los países que históricamente han hecho caudal del libre comercio, como el mismísimo Estados Unidos.
Sostiene Jauri que “desde comienzos de 2004, fecha en la cual la competitividad del país se situó en su máximo nivel hasta enero pasado, el indicador ha descendido sistemáticamente, perdiendo prácticamente 50% desde aquel pico” y en consecuencia “los precios en dólares al momento de exportar han crecido sistemáticamente, afectados por la disminución del precio del dólar y la persistencia de la inflación en relación a como se ha venido manifestando esa relación en nuestros mercados de referencia”.
Destaca asimismo, en base a datos comparativos, que a esta altura Uruguay solo tiene una mejor chance de competitividad con China, pero en cambio la ha perdido en forma persistente en la globalidad del esquema internacional, incluyendo a socios comerciales como Brasil, Argentina, Estados Unidos y España, lo que indica que en plena crisis, para estos mercados cada vez resulta más caro comprar en Uruguay.
El punto es que el dólar es utilizado como ancla para contener la inflación, que es una de las prioridades anunciadas por el gobierno, por lo que sobre todo en año electoral es claro que más allá de altibajos, nuestra producción de exportación seguirá en dificultades, que ya se manifiestan en forma creciente desde noviembre. Ello da la pauta de que este va ser un año crítico para el sector y para el país, y que de no revertirse este escenario, todos sufriremos las consecuencias a partir de 2010, ante el presente griego que este gobierno va a dejar al que asuma el 1º de marzo del próximo año.
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