Paysandú, Lunes 09 de Marzo de 2009
Opinion | 03 Mar La difícil coyuntura internacional para los productores uruguayos de exportación es un indicativo de que estamos ante un año sumamente complejo desde el vamos, tanto por el arrastre de la crisis financiera internacional como por las debilidades estructurales de nuestro país pero también por decisiones políticas de este gobierno, que han resultado imprudentes cuando no temerarias.
En esas condiciones un país pequeño como Uruguay tiene pocas alternativas en cuanto a su política exterior y comercial, que no sean promover la competitividad de sus productos, diversificar los mercados y en forma paralela, reducir el gasto público en forma significativa, para aliviar la carga tributaria a los sectores productivos.
La receta no es un descubrimiento sino una práctica de sentido común: cuanto menos tenga que pagar el Estado, tendrá menos exigencias para recaudar, y por ende contribuir a un mejor desenvolvimiento de empresas para generar bienes y servicios a menor costo. Es decir que si bien nuestro país es tomador de situaciones externas, tiene cierto margen de maniobra para asomar menos comprometido ante la crisis, aunque lamentablemente la Administración Vázquez “rifó” cuantiosos recursos que ingresaron al país por la coyuntura favorable que se extendió hasta el tercer trimestre de 2008, y ha comprometido gastos excesivos ya en las condiciones anteriores, y por lo tanto suicidas en recesión internacional.
Igualmente hay cosas para hacer, y sobre todo para hacer cumplir a rajatabla, como la comunicación hecha llegar por el ministro de Economía y Finanzas, contador Alvaro García, a los respectivos ministerios a los que pidió una reducción del gasto del orden del 5%. Es un buen indicativo pero va en contradicción con el gasto agregado que implica la decisión gubernamental de aumentar los salarios de los funcionarios públicos desde el 1º de enero con un adicional que regirá retroactivo desde abril al primer día del año. Estos gastos van a ser inequívocamente de cargo de los trabajadores de la actividad privada a través del pago de impuestos, como así también de todos los sectores de actividad del país, y por lo tanto contraproducentes, además de que se incorporarán en el peor momento posible.
Así planteadas las cosas, lo menos que debe hacer el Poder Ejecutivo es ser en extremo celoso de que se cumpla la disposición de que los ministerios, entes y otras dependencias reduzcan sus gastos en un mínimo del 5%. Los antecedentes no son alentadores, por cierto, desde que disposiciones similares fueron prácticamente ignoradas en el pasado por los organismos estatales involucrados, que ignoraron olímpicamente la orden e hicieron oídos sordos a las urgencias del momento.
Mientras tanto, la caída de las exportaciones --en volumen y precios-- a causa de la crisis mundial difícilmente pueda ser compensada con una mayor actividad en el mercado interno, pese a los intentos del gobierno de abatir temporalmente los precios por acuerdos con supermercados en más de un centenar de productos, que puede más o menos servir como un intento de coyuntura pero no va al fondo de la estructura de los precios en nuestra economía.
Surge sin lugar a dudas entonces que la gran apuesta del país en esta coyuntura debe ser la exportación, y el hecho de que estemos perdiendo competitividad con el mundo y apenas manteniéndola en la región, no es un alentador en este desafío.
Uruguay ha perdido terreno en el comercio con Estados Unidos, que en dos años dejó de ser el principal comprador y ha pasado a ser el séptimo destino de nuestras exportaciones, y las cosas no dan para mucho optimismo con otras economías también afectadas por la crisis.
En este contexto el refugio elegido parece ser Brasil, donde representantes de nuestro gobierno están volcando sus expectativas, a través de una diversidad de gestiones y firma de acuerdos que apuntan a impulsar en forma conjunta la reapertura de la negociación Mercosur - Unión Europea.
Brasil ha pasado a sustituir a Estados Unidos como nuestro mayor socio comercial, y como dice el refrán, a falta de pan buenas son tortas. Pero no debemos olvidar que estas dependencias nunca son buenas, y que podemos estar ante un salvavidas en la coyuntura pero a contramano de lo que indica el sentido común en cuanto a diversificar los mercados compradores hasta donde sea posible, para no tropezar dos veces con la misma piedra.
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