Paysandú, Martes 10 de Marzo de 2009
Opinion | 04 Mar Hace poco más de cinco años, más precisamente el 7 de diciembre de 2003, Uruguay se paralizaba a la espera de los resultados de un referéndum para revocar la ley 17.448 promulgada un año antes, que habilitaba la asociación de la petrolera estatal Ancap con capitales privados. La campaña por el “Sí” a la revocación fue muy dura y movilizó a casi toda la izquierda uruguaya y a los sindicatos, que tildaron de “vende-patria” a quienes defendían la ley en cuestión. Finalmente un 62% de la población respaldó esta postura y el gobierno de turno abandonó la idea de asociar al ente a compañías extranjeras, con lo que pretendía modernizar la empresa y duplicar la producción de combustibles.
Mucha agua pasó bajo el puente desde aquellos tiempos conflictivos, de plena crisis económica que convulsionaba al país mientras miles de uruguayos buscaban un futuro mejor fuera de fronteras, lo que sirvió de trampolín para el triunfo del Frente Amplio, al que la ciudadanía apostó decepcionada de los partidos tradicionales. Así la bandera de la defensa de las empresas públicas parecía haber triunfado en los comicios de 2005, desde que el presidente electo Tabaré Vázquez personalmente había sido partícipe de las campañas contra asociaciones, ventas y desmonopolización de los entes del Estado.
Paradójica y precisamente será él quien encabece el próximo martes la delegación que en Brasil, en el marco de la Ronda Uruguay, ofrecerá a petroleras internacionales los yacimientos de hidrocarburos off shore de la plataforma continental uruguaya, para su explotación en modo de asociación con el Estado, que carece de los medios económicos para una empresa de tal magnitud. De esta forma, si bien Ancap seguirá siendo uruguaya, los yacimientos serían explotados por un capital mixto, integrado por el Estado uruguayo y alguna multinacional a determinar, como podrían ser Exxon, Repsol YPF, Petrobras o cualquiera que gane la licitación pública internacional en curso. Esto muestra la paradoja de que seremos dueños de la refinería, pero no así de la materia prima, que deberemos compartir con alguna empresa extranjera. Sin embargo, aquellas voces que tildaban de “vende-patria” a los partidarios de la desmonopolización y asociación de las empresas estatales permanecen calladas, lo que hace suponer que lo que realmente motivaba aquel movimiento --con la Federación Ancap a la cabeza-- era mantener el poder en manos de los gremios. ¿O será que para ellos la patria termina en La Teja?
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