Paysandú, Martes 17 de Marzo de 2009
Opinion | 13 Mar “Las relaciones entre Uruguay y Brasil pasan por el mejor momento de su historia”, proclamó entusiastamente el presidente Tabaré Vázquez minutos después de tocar suelo uruguayo al retorno de una visita a la vecina nación norteña junto a varios de sus ministros, durante la cual se reunió con su par Luis Inacio Lula da Silva y en la que --según su evaluación-- logró un saldo muy positivo para nuestro país.
Seguramente el mandatario tiene sus buenos motivos para razonar de esta manera, si se tiene en cuenta que estamos atravesando una coyuntura muy difícil de la economía mundial y que además, a la inversa, estamos en uno de los peores momentos de la relación con Argentina y, como si fuera poco, Brasil es actualmente el mayor socio comercial del Uruguay, lo que no es poca cosa.
Ambos presidentes abogaron en favor de desterrar prácticas proteccionistas que solo agravarían el actual escenario, sobre todo en el caso de Uruguay, que no puede vivir de espaldas al mundo y cuyo mercado interno se satura rápidamente. Claro que las urgencias no solo pasan por el aspecto comercial, sino que también el energético es un elemento crítico, sobre todo para nuestro país, que padece un déficit ya estructural de generación, con una alta dependencia de los factores climáticos, y que ha sufrido reiteradamente los efectos de prolongadas sequías en los embalses hidroeléctricos, sin contar con alternativas para compensar este desfasaje, ante el atraso flagrante en la disponibilidad de energías de respaldo en generación.
No puede extrañar por lo tanto que el equipo de gobierno haya recibido con entusiasmo la buena nueva de la confirmación de Lula de la interconexión eléctrica desde la central de Candiota a nuestro sistema eléctrico, que por supuesto para Brasil es de muy escaso peso, en la relatividad de que el consumo uruguayo no llega siquiera al de uno de sus enormes estados, y mucho menos la porción que nos va a vender, por supuesto.
Pero no deja de ser un alivio asegurar abastecimiento eléctrico a partir de esta interconexión para los tiempos difíciles, aún teniendo en cuenta que no nos va a resultar barata ni cosa que se le parezca, y que el mejor negocio hubiera sido que la UTE, en tiempo y forma, hubiera licitado potencias significativas para producir electricidad con energías renovables, en lugar de hacerlo tímidamente y de mala gana durante todos estos años.
Una cosa muy distinta es el comercio bilateral, que ha crecido a partir de los últimos dos años, al mismo tiempo que se ha reducido la participación de otros socios que antes captaban la mayor porción de nuestras exportaciones, como Estados Unidos.
Lamentablemente, ante una realidad que ha cambiado en forma dinámica, nos hemos distanciado del ideal de la diversificación de mercados para apoyarnos nuevamente en gran medida en los países del Mercosur, como es el caso concreto de Brasil y en menor medida de Argentina, con los que además tenemos una relación comercial deficitaria, fundamentalmente con el primero.
Más allá de los avatares de los mercados internacionales, es notorio que nuestro país ha perdido competitividad con el mundo, y que apenas la mantiene --aunque en descenso-- en la región, porque en todos lados se ha devaluado más que en Uruguay, y la ecuación económica para los exportadores se torna cada vez más delicada, por decir lo menos.
A primera vista, la idea de la una mayor apertura brasileña es positiva, porque conlleva por lo menos la disposición del vecino mandatario a atender la requisitoria uruguaya de dejar sin efecto las trabas de ingresos disfrazadas de exigencias sanitarias y trámites burocráticos que dejan a los camiones esperando largos días en la frontera o decididamente dejando de concretar negocios.
Pero claro, una cosa es la disposición presidencial y otra muy distinta la respuesta que pueda tener hacia abajo, cuando los mandos medios y la burocracia deban instrumentar esta voluntad, y a la vez también tiene su peso la tradicional ambivalencia de nuestros vecinos, que en el pasado han borrado con el codo lo que escribieron con la mano y han importado productos subsidiados desde otros destinos, en desmedro de los similares uruguayos, como ocurrió más de una vez con el arroz.
Es decir que ante un escenario complejo e intereses no siempre comunes, es preferible esperar los acontecimientos, con una razonable carta de crédito para dar tiempo a que por lo menos parte de esos enunciados de buenos deseos se materialicen, en beneficio mutuo.
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