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Paysandú, Jueves 19 de Marzo de 2009

La impronta del payador

Locales | 13 Mar Hay historias de escenario y de artistas portadores de una bella canción que merecen ser contadas. Hemos cruzado a muchos de ellos por los caminos polvorientos del interior departamental y en ese cruce de caminos prestamos cierta atención a cómo, con dedicación, se ganaron un espacio en festivales y jineteadas, encuentros de payadores o improvisaciones en algún fogón. Este personaje que recorre los caminos construye su destino entre versos, rimas y contrapuntos. Algunos afirman que cada vez son menos los que encaran la profesión, pero los veteranos resisten, no dan el brazo a torcer e intentan dejar un legado para la gurisada que viene. Aunque haya a quienes ya casi no interese aprender a través del canto improvisado sobre las raíces de nuestros antepasados y de las buenas costumbres que el paisano aún conserva.
Cantor de las cosas nuestras, caminante de los senderos, empuña una guitarra en absoluta soledad. Conocedor del territorio y de sus protagonistas, creador de conmovedoras historias, reflexivo y ocurrente, es la versión moderna del trovador y el juglar. Espontáneo y locuaz, versátil y de punzante picardía al momento de expresar una crítica, “rasca” las cuerdas y castiga sin medir a quién o cuál. Su capacidad creativa sorprende en el contrapunto y contagia a los seguidores con su prosa fluida y su bello cantar.
El payador oriental es, en esencia, la expresión más exultante del canto improvisado, del verso encadenado que enamora a la flor del pago e incomoda al gobernante. De mirada profunda y sonrisa expresiva, su maestra fue la vida y sus estudios el mismo andar. Caprichoso, autodidacta, el escenario siempre lo expone demostrando que en sus acordes afina sin destemplar. La platea lo aclama, pero él no se encandila. Y sigue por la vida, porque hay otra historia por contar.
La guitarra es su guía, mientras el hombre improvisa con absoluta naturalidad. Su voz castiga o enamora, entrelazando armonías, pone pausa y continúa con abrumadora capacidad. Rara vez es convocado por los escenarios de la ciudad. Es recurrente visitante de encuentros criollos, festivales en escuelas rurales y peñas camperas. Sabe más de beneficios que de seductores contratos. Paisano de dar una mano a quien más lo necesite, siempre está presente cuando un escenario lo convoca. Y aunque no goce de buena prensa, su relato llega y evoca.


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