Opinion | 16 Mar En épocas de bonanza y por imperio de escenarios coyunturales favorables, la expansión económica tiende a disimular problemas estructurales y asintonías entre la demanda y la oferta de empleo, desde que existe un mayor requerimiento laboral en sectores primarios y así se ocupa a sectores de la población de mano de obra no calificada que igualmente logran posibilidades de inserción.
Aún así, existe un desfasaje manifiesto entre el perfil de la demanda de fuerza laboral y la ofertas de trabajo que pasa a ser más notorio en situaciones económicas difíciles, como la que se perfila en nuestro país, al haberse ya deprimido la demanda en áreas vinculadas a estos sectores y por ende impulsado ya a la baja, aunque en forma todavía incipiente, los índices de empleo.
El desfasaje a que nos referíamos guarda estrecha relación con un desencuentro entre la formación de los jóvenes por nuestro sistema educativo, que sigue aferrado a modelos ya superados en todo el mundo, cuando se pasa de la educación curricular común a la etapa de la capacitación específica y los requerimientos de personal especializado de las empresas. Por lo tanto, se contribuye por esta vía a que resulten comprometidas las posibilidades de inserción laboral de quienes quieren abrirse camino y se encuentran con que su formación no encaja en las necesidades de los potenciales empleadores.
En este esquema debe valorarse como un intento positivo, aunque naturalmente muy acotado, la puesta en marcha del Centro de Capacitación (Cecap) por iniciativa del Ministerio de Educación y Cultura en coordinación con la Intendencia Departamental, que apunta a la educación no formal de los jóvenes que han abandonado sus estudios en Secundaria o la Escuela Técnica.
Este grupo inició sus actividades en 2008, con unos sesenta alumnos, 20 de los cuales ya han logrado su reinserción laboral, en tanto los otros cuarenta continuarán formándose a la espera de incorporarse al circuito de trabajo. La referida secretaría de Estado se encarga de contratar los técnicos, en tanto la Intendencia provee las necesidades logísticas, y este año se espera concretar convenios con instituciones para el dictado de cursos de informática, entre otros, dirigidos a poner en sintonía la formación con la demanda laboral.
En este caso específico, se está atendiendo a sectores de jóvenes con problemas en sus estudios y por lo general procedentes de contextos sociales problemáticos, pero las necesidades de formación no se manifiestan solo en estos sectores, sino que estamos ante un escenario mucho más amplio y que involucra prácticamente a toda la enseñanza, incluyendo a la terciaria, donde se forman gratuitamente jóvenes en áreas en las que sobran profesionales y se dejan sin atender otras en la que existe demanda insatisfecha.
En los últimos años se ha logrado paliar este déficit a través de la incorporación de carreras cortas en el Interior, apuntando a la capacitación en áreas donde hay requerimientos específicos de personal calificado, como la forestación, pero igualmente hay amplios sectores en los que se requiere personal con una capacitación intermedia que no cuentan con la correspondiente infraestructura educativa para atenderla.
Y en los casos en que existe, se tropieza a menudo con falta de información y asesoramiento en orientación profesional para los estudiantes, desde que a la vez se mantiene en amplios sectores de la sociedad el concepto tradicional de que deben cursarse carreras universitarias o técnicas, que sin embargo no representan respuesta adecuada a la realidad del mercado laboral actual.
Estas carencias ponen de manifiesto la necesidad de iniciar sin dilación una profunda revisión de nuestro sistema educativo, que por un lado sufre las consecuencias de los cambios registrados en la sociedad con el paso de los años en una serie de valores, y a la vez presenta una manifiesta desactualización en el perfil de la formación, que es preciso corregir en favor de nuestros jóvenes y por el futuro del país.