Paysandú, Viernes 20 de Marzo de 2009
Opinion | 18 Mar Es sabido el daño que provocan al pavimento las pérdidas de agua de las cañerías de distribución de OSE. Cada día son miles de metros cúbicos que se pierden por esta causa, y a la vez se destroza las calles, obligando a constantes reparaciones que nunca logran recuperar la calzada en un cien por ciento. Muchas son las causas de este mal endémico, entre ellas las variaciones de temperatura y humedad del suelo, el aumento en la densidad del tránsito, los trabajos que se realizan en la superficie, la escasa profundidad por la que pasa el caño, etcétera. Pero en gran medida el problema más grave está en que muchas de las cañerías ya cumplieron su vida útil, por cuanto datan de 50 o 60 años y no fueron concebidas para durar eternamente. Cuando se genera una rotura es reparada puntualmente en el tramo afectado, pero dado el precario estado en que se encuentra el material original, las uniones con el sector sustituido vuelven a perder al poco tiempo. Esto genera graves perjuicios tanto para el ente estatal como para la comuna, que se ve obligada a distraer recursos económicos y humanos en un área que no le corresponde, y en una tarea de nunca acabar.
Es evidente que ni OSE ni la Intendencia de Paysandú cuentan con los recursos suficientes para encarar la sustitución total de la red de agua potable de la ciudad, pero al menos es un buen comienzo el plan dispuesto por el organismo estatal de comenzar las tareas en ciertos sectores problemáticos. Pero lamentablemente este plan no contempla las calles que se reconstruyen fuera del área programada, lo que provoca situaciones como la denunciada días pasados en 33 Orientales y Tacuarembó, donde a causa de una importante pérdida hubo que cortar varios metros de carpeta asfáltica recién instalada. Lo mismo ocurrió cuando fuera reconstruida Dr. Luis Alberto de Herrera, que además provocó el retraso de las obras. Una carpeta asfáltica debería permanecer intacta al menos por cinco años, y sin embargo en estos casos hubo que levantarla en parte, volver a compactar la sub-base –que nunca alcanza la misma calidad que en los sectores adyacentes--, y volver a pavimentar. Quizás una forma de evitar todos estos percances sería que la Intendencia sustituya por sus propios medios la cañería obsoleta en las calles que reconstruye, y descuente mano de obra y materiales (si no los provee OSE) de la deuda que mantiene con el organismo. Este es el procedimiento que rige con UTE, lo cual marca un antecedente positivo al respecto.
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