Paysandú, Viernes 20 de Marzo de 2009
Policiales | 18 Mar Bien podríamos comenzar la historia como la mayoría de los cuentos bonitos: érase una vez una familia que feliz y contenta, salió de su hogar en su vehículo y emprendió viaje por la ruta hacia la ciudad. Subieron a su auto, abrocharon sus cinturones y comenzaron su viaje por la transitada ruta, pero de manera repentina y tras tomar todos los recaudos de seguridad y manejo correcto, fueron sorprendidos por otro vehículo que literalmente se les vino encima. Su camioneta dio varias vueltas y terminó volcada.
El nerviosismo se apoderó del matrimonio y su pequeño hijo, quienes lograron salir del rodado para comprobar que se encontraban bien, o al menos sin lesiones de gravedad.
Pero más allá del susto y la interrogante de lo que les había ocurrido, jamás imaginaron lo que ocurriría luego...
Un hombre con el rostro desencajado y portando en una de sus manos un cuchillo comenzó a amenazarlos, diciéndoles claramente que quería suicidarse y que por eso... ¡los había embestido! Realmente de no creer...
El estupor se apoderó de los rostros de esta familia, que por causas del destino se cruzó frente a una mente retorcida. Pero más tenebrosa es la continuación de lo vivido, el hombre fuera de sí les aseguró: “me dijeron que si chocaba contra una camioneta de la marca como la de ustedes, la muerte estaba segura, porque es duro el material, por eso estaba buscando una así”.
Luego de eso, llegó la Policía, armada hasta los dientes: “parecía una película de acción” --relató la víctima-- y allí detuvieron al suicida.
Pese a lo poco creíble del caso, así sucedió, y sobre el desenlace judicial del hecho la familia no puede menos que sentirse abandonada por la Justicia.
Resulta que el hombre había robado la camioneta que conducía a punta de arma blanca en plena zona céntrica. La justicia expidió su procesamiento en carácter de inimputable por un delito de rapiña.
Para ellos, todo quedó en la nada. Si bien la fortuna estuvo de su lado porque no tuvieron que lamentar lesiones físicas graves, la contracara es la desi-lusión de que la ley de su país no los ha protegido y que, salvo que haya víctimas fatales, el resto pareciera no ser importante en la órbita judicial.
“¿Cómo hacer para que tu hijo no tenga miedo de volver a salir de paseo en auto con sus padres?”, es la pregunta que continúa haciéndose uno de los integrantes de esta familia que vivió en carne propia --como cientos de sanduceros-- la maldita inseguridad.
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