Paysandú, Sábado 28 de Marzo de 2009
Opinion | 24 Mar El ejercicio del poder suele ser la prueba de fuego para el temple y el grado del compromiso que adquieren hombres y partidos ante la ciudadanía en las campañas electorales, y por cierto que en la vida política del Uruguay sobran, lamentablemente, los ejemplos de incumplimiento de promesas en procura del voto ciudadano.
El Frente Amplio ha sido precisamente pródigo en promesas y compromisos ante la ciudadanía, sobre todo porque era hasta 2005 el único partido que no había ejercido el gobierno, y por lo tanto ascendió al poder en medio de un muy fuerte respaldo popular, con la expectativa de muchos de un cambio inédito y una forma distinta de hacer política, lejos de los acomodos y los amiguismos que con razón ha criticado.
Pero el poder puede parecer una cosa visto desde la oposición y una muy distinta cuando su ejercicio acarrea una suerte de embriaguez, soberbia y autosuficiencia exacerbada por la infaltable corte de incondicionales que repiten que todo está bien y que las críticas que se escuchan le buscan la quinta pata al gato.
Una de las apelaciones más recurrentes en la campaña de 2004 era que se pondría fin a los amiguismos y la corrupción, con marcado énfasis en la búsqueda de los hombres y técnicos más capaces para los cargos, aún los de mayor confianza, porque lo que importaba era la gestión y la eficiencia. Y hubo una carta de crédito muy amplia para quienes así lo anunciaron, aunque estaba a la vista el muy mal antecedente de la conducción de la Intendencia de Montevideo, donde las titularidades y altos cargos de las direcciones municipales fueron distribuidas por el entonces intendente Tabaré Vázquez y quienes le sucedieron mediante una rigurosa cuota política.
Tal vez hasta podamos conceder que esa era la intención cuando el Frente Amplio llegó al poder con un amplio respaldo popular. Pero lamentablemente, en las designaciones de carteras hubo asimismo una fuerte impronta partidaria, y los principales ministerios fueron entregados a los cabezas de sector, como es el caso de Danilo Astori, Reinaldo Gargano, José Mujica y Mariano Arana, pero también a otros conspicuos referentes políticos. Por lo tanto quedó muy atrás el eslogan del mejor hombre para la función, debido a que el presidente optó por administrar trabajosos equilibrios entre los sectores de la coalición y el respaldo parlamentario a su gestión.
Por supuesto, este gobierno no hizo nada que no hubieran hecho los anteriores, pero sí debe reprochársele no haber cumplido con lo que prometió en cuanto a ese cambio y la nueva forma de hacer política, porque una cosa es hacerlo en abstracto y otra muy distinta ante circunstancias concretas, cuando se borra con el codo lo que se escribe con la mano.
Otro tanto ha ocurrido con las representaciones diplomáticas, área en que el presidente Vázquez ha designado a varios embajadores de su confianza política, entre los que recordamos a los destacados en México, Chile e Italia. Este último caso tuvo gran repercusión porque el luego destituido embajador ni siquiera se había ocupado de las instancias diplomáticas y judiciales para extraditar a un militar uruguayo acusado de violaciones a los derechos humanos, y estaba paseando sin que nadie lo supiera.
Pero fue sustituido, faltaba más, por otro hombre de confianza del partido del presidente, Alberto Breccia, quien desde el Sodre pasó a ocupar la Embajada, pero tuvo la mala idea de hacerse notar en un acto de José Mujica y difundir una carta en la que tras deshacerse en halagos hacia el precandidato, convocó a la unidad para el segundo gobierno del Frente Amplio, con un remate de “¡Viva!” el pueblo unido, viva el Frente Amplio”!, como si no fuera el representante del país en el exterior y por lo tanto tenga vedada toda exteriorización pública de su fe partidaria, aunque sea por todos conocida.
A este detalle debemos agregar que en las últimas horas se supo que el novio de la boxeadora Chris Namús --figura publicitaria de Antel y adherente manifiesta a la precandidatura de Danilo Astori, firmante además por la reelección de Vázquez-- y otro deportista, fueron asignados por el directorio de Antel como adscriptos a una de las directoras del organismo.
En realidad es un tema menor frente a los aspectos señalados, y no es de cuestionar el derecho al trabajo de ninguna persona, pero sí pone de relieve que para quienes así actúan la falta de transparencia y los amiguismos eran condenables cuando lo hacían los otros.
Y queda claro que lo único que cambia al fin de cuentas es la camiseta, y que nadie está libre de pecado, aunque viva arrojando piedras y proclamando inocencia.
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