Paysandú, Sábado 28 de Marzo de 2009
Opinion | 25 Mar Prácticamente todos los gobiernos y los organismos internacionales están revisando sus previsiones de crecimiento para este año, por supuesto con una tendencia negativa, ante la crisis financiera internacional, y hasta ahora cada corrección ha arrojado números más pesimistas que la anterior.
Es más, en la última evaluación del Fondo Monetario Internacional, el director gerente del organismo sugirió que por primera vez desde la posguerra el mundo tendría un crecimiento negativo este año, luego que a mediados de enero todavía se esperaba que pudiera llegarse a un modesto crecimiento del 0,5 por ciento en el período.
Es a la vez impensable que un país pequeño y altamente dependiente como el Uruguay no se vea afectado por esta oleada de malas noticias, desde que la globalización ha terminado por eliminar los compartimientos estancos de otras épocas y los brotes proteccionistas que se perciben en algunas economías resultarán peor que la enfermedad, por lo que nuestra suerte está atada indisolublemente al escenario internacional.
Sucesivamente, las estimaciones han ido quedando cortas ante la siguiente, lo que indica que los efectos de la crisis recién se están instalando, con repercusiones muy negativas en países como Estados Unidos, donde se ha instalado la recesión y las esperanzas están depositadas en lo que pueda acontecer con el plan de rescate financiero del presidente Barack Obama, hasta ahora de resultado incierto, en tanto en Europa, España e Irlanda han resultado las naciones más afectadas, con un creciente índice de desempleo.
En nuestro país las repercusiones por ahora están muy focalizadas en determinadas actividades de exportación, a las que se les han cerrado mercados por efectos de una menor demanda o por medidas proteccionistas como las que aplica Argentina, pero teniendo en cuenta la retracción significativa en la demanda mundial, no es aventurado inferir que habrá otros sectores afectados y consecuentemente, también la actividad interna.
Hasta ahora el Ministerio de Economía y Finanzas, salvo declaraciones del subsecretario Andrés Masoller, que no cayeron nada bien en esta cartera, se ha negado a corregir hacia abajo su proyección de crecimiento del orden del 3 por ciento del Producto Bruto Interno para este año, lo que en los hechos ya está descartado, por supuesto. El subsecretario aventuró que podría caer a un 2 por ciento, pero evaluaciones muy bien fundadas indican que posiblemente haya algún punto más de caída, por lo que se estaría acercando al punto cero o negativo, según marchen las cosas.
Pero lo cierto es que ha quedado muy lejos la previsión inicial trazada por el equipo económico de un crecimiento del 4 por ciento para el 2009, y sobre cuya base se elaboró el presupuesto para este año, en una actitud realmente imprudente y temeraria, cuando ya la crisis inmobiliaria había estallado en Estados Unidos y crecían las voces dentro y fuera de fronteras alertando sobre una posible recesión mundial y el consecuente fin del período de bonanza internacional con que se vio favorecida desde el comienzo la Administración Vázquez.
Y por supuesto, con gastos rígidos dentro del Estado, incluyendo aumentos salariales con recuperación, una menor recaudación equivale a poner en jaque las ya delicadas cuentas fiscales, por lo que de la optimista revisión de 0,5 por ciento de déficit en 2010 ya se ha pasado a un posible desnivel de más del 2 por ciento, lo que indica que se llegaría a un déficit mayor al que terminó la Administración Batlle, tras una crisis que sacudió al país e hizo caer el PBI a valores históricamente bajos.
Ahora, surge claramente que para llegar a este déficit se requiere un desbalance producto de que se gaste más de lo que ingresa, como ocurre en cualquier hogar o empresa, lo que debería corregirse más temprano en procura de revertir la ecuación.
Ocurre que el gobierno se ha quedado sin margen de maniobra, justo en año electoral, cuando apuntaba a dejar transcurrir la economía poco menos que en piloto automático apostando a que seguiría la bonanza internacional.
Lamentablemente, ha comprometido gastos sobre ingresos que no se van a tener, y este desfasaje solo puede corregirse con mayor deuda –en algo de eso se está ante los organismos internacionales--, para ir tirando hasta 2010, o abatiendo el gasto, una medida impopular y de alto costo político, ante la rigidez de los compromisos y las dificultades para abatir en un modesto 5 por ciento el gasto de los organismos del Estado.
Es decir que el problema que se presenta a los uruguayos en este año tan especial viene por el lado del gobierno-Estado en año electoral, y lo único seguro es que el haber gastado de más cuando se debió haber sido prudente lo vamos a pagar con creces todos, debido a que el gobierno jugó al nuevo rico, como si el dinero brotara de entre las piedras.
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