Paysandú, Sábado 28 de Marzo de 2009
Locales | 25 Mar Atentado contra cada
uno de nosotros
Lamentablemente hay cosas que son noticias y entre ellas los atentados. Eso sin duda que “tiene gancho” y atrae la atención de la gente. Siempre estuvimos escuchando atentados, ya sea el de New York o el de Madrid, el de aquí o el de allá. Estamos acostumbrados a que sean lejos y que mueran muchas personas. Pero lastimosamente, hay también atentados domésticos, “sanduceros”, cosas de aquí, de barrio, sobre la calle Setembrino Pereda. Y esto no es cuento ni imaginación, ni es noticia importada, es totalmente local.
A la madrugada del sábado 21, la policía (a quien agradezco infinita y públicamente su actuar inmediato) que impidió que el desenlace fuera peor, porque llamaron de inmediato a los bomberos, quienes realizaron de manera eficiente su trabajo, como les caracteriza, a quienes a su vez va mi más sincera y profunda gratitud en nombre de toda la comunidad católica de esta parroquia. Lástima que tanto a la Policía como a los Bomberos se les recuerda solo cuando las papas queman. Pero igual mil gracias a ellos. Decía que la policía me despierta, para que les abra el templo y ahí me encuentro con eso que es un atentado contra toda persona de buena voluntad, que busca el bien.
Abro el portón (que estaba con candado) y dejo que los bomberos terminen su trabajo. Mientras entro en el templo que estaba como en una nube densa de humo, tan densa como la de-silusión y la frustración de ver lo que habían hecho... habían quemado la puerta de entrada del templo parroquial... Algo que a nivel religioso es simbólico, pero a nivel de Paysandú una obra de arte, un monumento. Con eso habían atentado contra todos y cada uno de los que nos llamamos católicos, o al menos los de esta parroquia. Y lo lamentable es que hubo saña, hubo maldad, hubo intención, premeditación y predisposición, porque: 1) Saltaron una reja, que justamente fue colocada para proteger la entrada del templo. 2) Llevaron leña para que arda y así consuma esa puerta maciza de cedro paraguayo. 3) La rociaron con nafta y 4) prendieron fuego a una madera que es puerta de un templo. Y naturalmente, se escabulleron en el sombras de la maldad. En un país como el Uruguay, caracterizado por el libre pensamiento, por la tolerancia, por la convivencia pacífica de ideologías y tendencias diversas (aunque no siempre tan tolerante respecto a lo religioso), que suceda un atentado contra una iglesia es algo que nos debe hacer pensar y reflexionar seriamente, porque algo anda mal, porque éste no es el Uruguay que soñaron los próceres y del que hablan los políticos y mucho menos el que buscamos en la fe cristiana.
Naturalmente que en una sociedad donde se busca vivir en su plena dimensión la democracia y la libertad, somos diferentes, “habemos de todo” en este querido territorio. Pero lo propio de esta noble nación siempre fue la paz, la tranquilidad, se podía vivir tranquilo. Así cuando andaba por América Latina a mis conocidos, más de una vez les dije: “…cuanto más viajo, más quiero volver al Uruguay”. Pero parece que estamos comenzando a vivir tiempos diferentes, donde el otro, el diferente, debe ser exterminado, debe ser combatido, debe desaparecer… Esto no puede ser así. Porque si vamos a eliminar a todos los que piensan diferente a mí, ahí no quedamos nadie, nos auto eliminamos y perdemos aquello que soñó Artigas, aunque él se inspiró en Jesús el Señor y el Cristo.
Cuando queman la puerta de una iglesia, una institución que busca el bien común, donde se inculca en todas las formas y en todas las edades una sola cosa: “Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo”, cuando hacen un atentado contra algo sagrado, cuando se agrede violentamente a personas que profesan una fe, eso se vuelve un atentado contra toda persona que sueña un mundo nuevo y diferente. Cuando una institución como la Iglesia católica que fue pionera en la construcción de esta nación es agredida como lo fue en esta oportunidad, ahí debemos sentirnos todos y cada uno de los sanduceros tocados e indignados, porque nos están tocando algo que es constitutivo de nuestra identidad histórica y cultural.
Muchos preguntan: “¿quién fue?…”, “quién fue?...”. Eso no importa. No importa, si se toma conciencia de lo que ha significado este atentado contra todos y cada uno de los que profesamos la fe cristiana. No importa, si cada sanducero se da cuenta que la manera de convivir con el otro, no es exterminarle ni agredirle. No importa, si entre todos los que son sanduceros y los que queremos ser por adopción, levantamos la voz y nos negamos al silencio cómplice, a callarnos consintiendo en lo que fue hecho, si soñamos un Paysandú diferente, un Paysandú que se caracterice por la paz y la solidaridad. No importa quién, porque de hecho el Señor Jesús, cuando estuvo en la cruz, ya nos mostró cómo actuar en momentos como éstos. De ahí, que aquello que Él dijo en la cruz: “Padre, perdónalos, no saben lo que hacen...”(Lc 23,33), hoy sigue vigente aunque duela.
Una vez visto lo irreparable, ahora nos toca soñar de nuevo, impedir que nadie ni nada queme nuestros ideales, nuestras ilusiones, nuestras búsquedas, nuestro querer que Uruguay sea diferente (por lo bueno). Nos toca ahora a cada uno de los que buscamos (no importa por qué medio) hacer de este mundo un poquito mejor. Nos toca a nosotros no doblegarnos ante la maldad, no devolver mal por mal, no dejar que la ilusión sea apagada por aquellos que todavía la deben descubrir, que hay más alegría en dar que en recibir, es decir, vivir el amor en su máxima expresión. Nos toca a todos los que buscamos vivir de acuerdo con nuestra conciencia impedir que el mal y la maldad entre y quede en esta ciudad heroica, caracterizada por el temple y la nobleza, por la valentía y la rectitud. No podemos callar, porque eso es silencio cómplice. No podemos callar, pero tampoco dejar de soñar que ese atentado contra todos los hombres de buena voluntad es una invitación a valorar el bien que hay, a fomentar lo bello y lo noble, a ser soñadores de esperanza, porque aunque la realidad sea cruda y triste, lo que queremos es que mañana sea mejor. Ahora solo nos toca superar momentos como éstos y ser presencia del bien, ahí donde andemos y en lo que hagamos.
Que nunca más suceda algo parecido en Paysandú ni en el Uruguay, sino que en esta noble tierra, convivamos en paz, todos, a pesar de nuestras diferencias, respetándonos y valorándonos, porque solo así, el mañana comienza ahora.
A la comunidad cristiana invito a redoblar nuestra búsqueda de identidad con el Señor Jesús, a seguir amando a todos como Él lo ha hecho, porque ese es el camino a la vida, aunque a veces tengamos cruces o nos quemen las puertas, el Señor nos dice: “…¡sean valientes!, Yo he vencido el mundo…”. Venzamos también nosotros, con el bien, la verdad y la justicia. Presbítero Jesús Antonio Weisensee H. Cura Párroco Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús
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