Paysandú, Miércoles 01 de Abril de 2009
Locales | 27 Mar Hay relatos que son parte al mismo tiempo de la fantasía y la realidad. Si bien sus narradores la mayoría de las veces nos merecen credibilidad, en otras nos dejan ciertas dudas. En ese entendido de lo verdadero o falso de cada escenario, preferimos preservar la identidad del relator del capítulo de hoy.
Esta historia ocurrió en uno de esos cruces de caminos y en un boliche de campaña de esos que parecen luchar para no desaparecer. Allí, nos contó un trabajador de una empresa que mientras instalaba equipos en un establecimiento rural observó algo que lo mantuvo mudo por varios minutos.
Un palenque, castigado en su estructura por el devenir de los años, aún se mantenía firme cerca de la entrada principal del boliche. Hasta que no hubiera un caballo atado le pareció normal. Pero en cambio llamó su atención una cantidad de motos de alta cilindrada estacionadas una a continuación de la otra, frente a aquellos palos. Para mayor asombro, un paisano --que advirtió la desmedida sorpresa de este hombre-- le hizo un breve comentario: “Eso no es nada, tendría que ver como la peonada utiliza estos bichos de fierro para acarrear la tropa. Es más, mire. Cuando se tiene que traer las vacas para el ordeñe de última hora, ni siquiera se las va a buscar”.
“Los muchachos, entre mate y mate a la tardecita, simplemente con acelerar sus motocicletas despiertan la curiosidad de los animales, que se acercan para ver de dónde sale tanta estridencia. Es más, muy rara vez tienen que salir a buscar algún vacuno rezagado. Pero en su mayoría vienen solitos nomás”, afirmó. El cuento no terminó ahí, porque minutos más tarde se sumó a la improvisada charla un pícaro peón de estancia, quien mientras armaba un tabaco en chala, agregó “pero mire que ahora la cosa se puso complicada de verdad para andar a caballo. Ya casi nadie recorre los campos a trotecito lerdón y parejo. ¡Ah!, sí... Creo que hasta por un tema del seguro, hay algunas empresas que no dejan que sus trabajadores anden a caballo por temor a que se lastimen”.
“En cambio, con moto asegurada, hay otro respaldo ante cualquier situación. Además, la moto no se enferma, no hay que darle de comer y por supuesto, es más veloz. ¡Bah!, tiene un pequeño defecto, a diferencia del caballo, si el paisano está entrado en copas, no vuelve sola a la estancia”.
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