Opinion | 26 Mar Tras la “victoria” del gobierno, al obtener la sanción parlamentaria de su iniciativa de adelantar para junio las elecciones legislativas de octubre, se abren nuevas interrogantes para la Argentina, un país pleno de riquezas pero históricamente adiministrado “contra natura”, una constante en la que el matrimonio Kirchner ha reafirmado y potenciado la regla.
Todo indica que el Poder Ejecutivo tiene más o menos delineadas medidas que indefectiblemente deberán adoptarse en procura de revertir el proceso de deterioro de la economía, desde que la crisis financiera internacional ha contribuido a agudizar las incongruencias de medidas internas de subsidios al por mayor y proteccionismo de su economía.
Por supuesto, para ser generoso y mantener instrumentos populistas que hasta ahora han dado buenos réditos electorales se necesitan recursos, los que hasta ahora habían aparecido en base sobre todo a las detracciones aplicadas a un agro que lograba muy buenas cosechas y colocaba sus productos a excelentes precios en un mercado internacional de alta demanda.
Pero la crisis ha obligado a cambiar la pisada y Cristina Kirchner y sus asesores han asumido que cada vez cuesta más “ordeñar” a la agricultura afectada por la caída de los mercados y nuevamente en pie de guerra contra el gobierno por los impuestos que ahora se le aplican para enjugar el déficit de algunas provincias.
Este escenario obligará a disponer medidas que serán tan impopulares como necesarias, al punto que no se puede esperar a adoptarlas después de octubre, una vez transcurridas las elecciones legislativas. Adelantarlas a junio permitirá que en la segunda mitad de 2009 se puedan introducir correctivos sin costos políticos inmediatos, con la esperanza de que la economía se reacomode y esté nuevamente en marcha para cuando lleguen los comicios presidenciales.
Un cálculo netamente político e interesado, por supuesto, pero que no ha sido inventado por los Kirchner ni por los argentinos. Incluso en nuestro país las distorsiones en año electoral están signadas por decisiones inmediatas que causan profundo daño, pero que se adoptan para salvaguardar la suerte del partido que ejerce el gobierno.
En el ínterin las federaciones agrarias han salido nuevamente a la ruta en el marco de movilizaciones contra las multimillonarias retenciones a la soja, en medio de una baja en los precios internacionales, la crisis financiera global y una economía argentina que empieza a mostrar los primeros síntomas de recesión.
Pero más allá del aspecto coyuntural, es indudable que la precariedad de las políticas y las marchas y contramarchas del gobierno de Cristina Kirchner ya están originando un problema mucho más serio, al afectar la inversión y comprometer el flujo de capitales de riesgo ante la creciente incertidumbre y la inestabilidad.
Hace seis meses el gobierno se apropió de 24.000 millones de dólares de activos correspondientes a diez empresas de fondos de pensiones y el adelantamiento de las elecciones al 28 de junio ha sido un motivo adicional para el recelo de los operadores económicos, al punto que Roberto Sánchez, quien administra 300 millones de dólares en deuda de mercados emergentes, incluso de Argentina, en Federated Investment Management sostuvo que “es muy difícil para las empresas hacer planes de inversión cuando las políticas del gobierno cambian cada tantas semanas”.
Además, el acceso a nuevos préstamos internacionales está bloqueado por las demandas de inversores en bonos por 20.000 millones de dólares, cuyo pago incumplió el vecino país, y unos 140.000 millones adicionales de deuda en circulación cotizan a niveles de impago. En tanto, consultoras internacionales coinciden en que tras un crecimiento anual de más del 8% durante la presidencia de Néstor Kirchner, la economía argentina se contraería un 1,1% este año, lo que daría lugar a la primera recesión desde 2002.
Es que las medidas populistas e insustentables, más allá de la reacción favorable del ciudadano en un primer momento, resultan con el tiempo peores que la enfermedad si no se cuenta con recursos ilimitados para sostenerlas, y la caída resulta tanto más dolorosa cuando más se tarde en aplicar las inevitables correcciones.