PAYSANDÚ INTERIOR
San Javier

Locales | 03 Abr Trabajar en la charca, criar terneros, darle de comer a los chanchos, recoger la tropa y estudiar son algunas de las tareas que pautan la vida de un grupo de estudiantes que concurre al liceo de San Javier.
Durante nuestra visita al referido centro educativo tuvimos la oportunidad de conocer a un grupo de adolescentes que se animó a contar parte de sus actividades diarias en la chacra, las vacaciones de verano –que se limitan a Navidad y Año Nuevo–, el escaso tiempo para la recreación y otros aspectos de su vida.
Estos simpáticos gurises aseguraron que sus jornadas suelen ser muy duras, fundamentalmente en el invierno, porque las heladas dificultan ciertas tareas de la chacra. Por las bajas temperturas se complica hasta para poner en marcha la moto que los traslada al liceo. Recorren en promedio doce kilómetros por día y aunque no reniegan de las adversidades por las que muchas veces atraviesan para cumplir con sus compromisos, se muestran convencidos de cada cosa que hacen. Encaran cada mañana con la vitalidad propia de la edad, aunque por momentos sus gestos revelan cierto grado de cansancio.
Un numeroso grupo de gurises viaja desde parajes y localidades cercanos a San Javier para poder cumplir con sus estudios. Cuando llegamos, acababa de sonar el timbre de salida, y si bien muchos emprendieron rápidamente su regreso, fue posible sacar algunas fotos con la mayoría de estos estudiantes. Mientras, cuatro de ellos nos destinaron gentilmente un tiempo extra para conocerlos un poco más.
Brian Kramer acaba de cumplir quince años y es el mayor de dos hermanos. Oriundo de costas de Bellaco, desea estudiar alguna carrera relacionada con la electricidad. De pícara mirada y fluido relato, dijo que sus padres siempre le recuerdan que tiene que “seguir con el estudio para poder hacer algo en el futuro” y comentó que su pasatiempo predilecto es jugar con el perro.
Por su parte, Deborah Tijanovich, de trece años, es de colonia Ofir y su sueño es estudiar sicología. Su familia –integrada por sus padres y dos hermanos– se dedica a las actividades de la chacra, a la cría de algunos animales y a la agricultura.
En tanto, María de los Ángeles Belocón, de catorce, es hija única y proviene de Farrapos. Desea estudiar medicina y viajar a Cuba. Su diversión es pasar un domingo en la casa de una tía: “es por un rato, porque después tengo que ir a darle de comer a los guachos”, haciendo referencia a los terneros. “Es que por acá todo resulta muy sacrificado. Cuando mis primos vienen a casa, ellos no saben lo que cuesta cada plantita y criar los animales”.
Por momentos la conversación se hace intensa y todos quieren hablar, menos Lorena Dolyenko, de catorce, que en un corto relato comentó que tiene dos hermanos menores. Es de Farrapos y continuará con estudios en temas relacionados a la química.
Todos coincidieron en que si bien no tienen problemas de relacionamiento con sus compañeros en el liceo, aseguran que existe cierta discriminación. Aunque acotaron que los que van del campo a la ciudad se adaptan mucho más rápido que los que se van a vivir al ámbito rural.
En determinado momento, sus reveladores relatos eran separados por un breve silencio que resultaba interminable, pero un atinado comentario de Brian nos rescataba con astucia y nos devolvía la sonrisa.
Navidad y Año Nuevo son los únicos días libres, porque en las vacaciones de verano es cuando hay más trabajo. “Nuestros primos vienen de vacaciones al campo, pero nosotros no tenemos vacaciones, porque hay que ayudar a nuestros padres”.
Hablando sobre alegrías y tristezas, estos adolescentes aseguraron que alegrías hay muchas, pero en su reflexión final comentaron que la mayor tristeza es observar que en su entorno no hay mejoras. “Muchas veces quienes viven en la ciudad no saben darle el valor a las cosas que tienen. Para nosotros no ha resultado fácil integrarnos a los grupos. En cierta forma existe algo de rechazo, disimulado, pero rechazo al fin”, puntualizaron.