Paysandú, Sábado 11 de Abril de 2009
Opinion | 04 Abr El viejo dicho de que “más vale prevenir que curar” se da de bruces con la idiosincrasia uruguaya y latina, por la que al revés, la costumbre generalizada es hacer las cosas tarde y mal, por añadidura. Y cuando las urgencias mandan, las soluciones se logran a medias o nunca y surgen arrepentimientos y reproches tardíos, porque la verdadera magnitud de las cosas que debieron haberse hecho es asumida cuando las consecuencias resultan irremediables.
Lo sufrimos en nuestras calles, con un tránsito desordenado e irresponsable en el que las normas son violadas a cada momento y lo que es peor, a nadie parece importarle, pero sí se pone el grito en el cielo cuando ocurren los accidentes. Entonces sí tenemos enseguida a la Dirección de Tránsito y la Policía aplicando multas a quienes conducían alcoholizados --pero sin haber hecho exámenes de espirometría preventivos en las calles--, o porque no llevaban casco o conducían sin cinturón de seguridad, no respetaron la derecha o iban a excesiva velocidad, por citar las faltas más comunes.
Estas situaciones se dan debido a un déficit en la educación y en la asunción de responsabilidades, conjugado con la falta de controles y de acciones punitivas, lo que también va con nuestra idiosincrasia del todo vale.
Lo sufrimos también en el control de enfermedades que resultan fáciles de prevenir, si tuviéramos un mínimo de sentido común para por ejemplo descacharrizar los fondos de nuestras casas, o por lo menos dar vuelta los recipientes, para cortar la reproducción del mosquito transmisor del dengue. Y lo mismo ocurre con la tenencia de perros, tanto para no dejarlos sueltos como para administrarles regularmente una pastilla a efectos de asegurar su desparasitación.
Esta actitud lamentablemente también se manifiesta en el cuidado de la salud personal, desde que por lo general tendemos a esperar hasta último momento para consultar al médico y lo que es peor, tampoco observamos elementales normas preventivas, para nada traumáticas o molestas si tenemos en cuenta los males que se evitan con reglas de conducta fáciles de llevar en forma rutinaria.
Esta última reflexión viene a cuento de los resultados de la Primera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de Enfermedades Crónicas no Transmisibles, la que indica que más del 80% de la población de Uruguay presenta por lo menos un factor de riesgo para contraer Enfermedades Crónicas no Transmisibles (ECNT), como cáncer, diabetes, patologías cardiovasculares, renales y pulmonares.
Las ECNT son causa de siete de cada diez muertes entre los uruguayos, lo que da la pauta de la incidencia de estos factores en el común de la población, y lo que es peor, del déficit de toma de conciencia, por idiosincrasia y muchas veces también por estrés laboral y el originado por otras actividades que nos absorben la mayor parte del tiempo que a la vez no dedicamos al ejercicio, al reposo o a compartir momentos con la familia y amigos.
Uno de los factores de riesgo por excelencia es sin dudas el tabaquismo, desde que el 33% de la población reconoce ser fumadora, pero en los últimos tiempos, por una acertada decisión del gobierno del presidente Tabaré Vázquez, se han puesto en vigencia normas que prohíben fumar en ambientes cerrados, y ello ha sido determinante para que el sector no fumador de la población --la mayoría-- no esté expuesto al humo de tabaco.
Igualmente, el descenso de la incidencia de este factor es muy relativo, pese a esta medida, desde que la mujer se va incorporando como fumadora en porcentajes crecientes y a edad más temprana, y lo mismo ocurre con el alcohol, otro factor de riesgo de alta incidencia entre los jóvenes y que en mayor o menor medida afecta a un estimativo del 50% de la población.
El sedentarismo, la ingestión de alimentos con alto contenido de grasas, el bajo nivel de consumo de pescado y de frutas y verduras, en términos generales contribuyen a elevar el colesterol y otros índices que refieren directamente a la manifestación de accidentes cardiovasculares o neurológicos, como así también de la diabetes y el cáncer, entre otras enfermedades prevalentes y que por supuesto también responden a factores genéticos.
Pero en todos estos casos estamos ante enfermedades prevenibles a través de la simple reducción de riesgos y de tener presente que todo aquello que hoy parece tan importante y que nos quita tiempo para atender nuestra salud, pierde toda relevancia a la hora de la verdad, cuando además ya es tarde y solo nos queda lamentarnos por no haber hecho lo que teníamos que hacer.
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