Opinion | 08 Abr Pasan las décadas, pasan los gobiernos de todos los colores, pero la sociedad uruguaya sigue sometida a un statu quo, liderada por la mentalidad del funcionario público de que pese a hacerse abuso de la ley del mínimo esfuerzo, igualmente se puede uno abrir paso en la vida, porque de algún lado van a salir los recursos para vivir más o menos bien, en la tesis del eterno empate.
Una muestra clara de este razonamiento lo tenemos con la seguidilla de feriados y asuetos que se extienden desde las fiestas de fin de año, pasan por la siesta del verano, sigue con Carnaval, para prolongarse en Semana de Turismo y recién a partir de entonces, comenzar el año laboral.
Un dicho popular señala que en el Uruguay el año empieza realmente cuando llega el último corredor de la Vuelta Ciclista a Montevideo, y no le falta razón, en tanto buena parte de ese año se vive añorando lo que pasó y por las dudas planificando las vacaciones del próximo año.
Ni siquiera la crisis financiera internacional puede sacudir esta mentalidad, y ya vemos reclamos de la dirigencia sindical en cuanto “prevenir” problemas trabajando menos horas, pero a la vez cobrando el mismo sueldo. Claro, en el Estado es posible, porque no hay empresa ni organismo público que se pueda fundir, desde que todos aportamos para sostenerlo, y al fin de cuentas, con el ritmo promedio de trabajo en estas dependencias no cambia mucho la cosa respecto a la realidad de todos los días.
Pero la cosa cambia cuando este planteo se pretende trasladar a la actividad privada, donde tanto el trabajador como el empresario enfrentan factores de riesgo, en el caso del dependiente por estar en peligro su empleo o sus ingresos, y por el lado empresarial ante la perspectiva de que una mayor erosión de su rentabilidad ponga en peligro su empresa y por lo tanto la fuente laboral.
Pese a todo se sigue insistiendo con esta mentalidad del eterno feriado, de que es posible recrear en la vida real la bíblica multiplicación de los peces y los panes, porque de algún lado va a salir el dinero y en todo caso si nos empobrecemos todos un poco más pàra sostener al Estado y a quienes de él dependen, va a ser por una buena causa.