Opinion | 12 Abr Falta de recursos, acéfala de presidente y con escasos funcionarios y menos técnicos de los que debería contar para la importante labor que le ha sido asignada, la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación encaja perfectamente en la figura de las cenicientas de los presupuestos públicos y amerita una reflexión colectiva respecto al lugar que nuestros gobiernos asignan a algunos aspectos de la cultura y el resguardo patrimonial de su acervo como país.
La comisión atiende más de 1.000 expedientes al año, con un total de 26 funcionarios técnicos en materia de patrimonio y otros 14 en administración y contaduría. “Nos faltan técnicos en los departamentos de Arquitectura, Arqueología, Restauración, y Patrimonio Inmaterial”, aseguró a Últimas Noticias el secretario ejecutivo de la Comisión, Andrés Mazzini.
Ocho arquitectos, 10 restauradores, 3 arqueólogos y 3 estudiantes de Arqueología, un antropólogo y 1 especialista en comunicación es el personal disponible para atender los requerimientos de todo el país. Por otra parte, el hecho de que esté acéfala de presidente puesto que no ha sido designado y lo ocupa en la medida de sus posibilidades la ministra de Educación y Cultura, María Simón, también es un elemento significativo.
Si bien en los últimos años se han aumentado los recursos destinados a solventar el funcionamiento de la comisión --que ascendía a la irrisoria cifra de 30.000 dólares en 2004-- a un millón de dólares desde 2005, lo cierto es que es insuficiente para atender la demanda de mantenimiento, restauración y supervisión del valioso y múltiple patrimonio histórico, artístico y cultural disperso por la nación.
En Paysandú tenemos pruebas claras de que la comisión ni siquiera ha podido cumplir con la preservación de monumentos históricos, si nos atenemos al estado en que durante años estuvo el Monumento a Perpetuidad y como se encuentran, por ejemplo, las pinturas de la Basílica Nuestra Señora del Rosario y San Benito de Palermo.
Seguramente, la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación hace lo mejor que puede con lo que tiene. El asunto es que no debería estar en la situación en la que está, y justamente este estado de cosas es indicativo del lugar que los presupuestos públicos asignan a ciertas facetas de nuestra cultura.