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Paysandú, Viernes 17 de Abril de 2009

Normas de convivencia

Opinion | 15 Abr En el tránsito existe un sinnúmero de normas mediante las cuales se busca organizar la natural entropía resultante de la diversidad de vehículos y conductores que circulan por las vías de una comunidad.
Sin normas, los accidentes se multiplican, las lesiones que causan son más graves y la eficiencia del transporte cae dramáticamente, al punto de colapsar las calles aun con escasa densidad de tráfico en casos extremos.
Por tal motivo, no todas las reglamentaciones refieren a la seguridad. Muchas de ellas hacen al orden y en cierta forma sirven para facilitar la convivencia armónica entre los ciudadanos, por lo que no cumplirlas encierra un acto de violencia hacia el prójimo. Así, podemos citar los ruidos de los escapes libres, los altoparlantes de los avisadores rodantes o aquellos que con amplificadores de alta potencia escuchan música a niveles que desarman la carrocería, el atravesar el vehículo delante de los peatones que tienen la preferencia en una esquina, circular en zig zag o por la izquierda impidiendo que alguien los adelante, o estacionar en lugares no habilitados para hacerlo (frente a garajes o rampas).
Este es el caso de algunos motociclistas que, teniendo espacios de estacionamiento para motos libre a apenas unos metros, prefieren ocupar los escasísimos lugares contra el cordón, obligando a los automovilistas a recorrer varias cuadras en busca de otro lugar disponible. Para muestra basta un botón, dice el refrán, y en eso Avenida España entre Dr. Felippone y Cerrito se parece a una mercería. Estas transgresiones producen sensación de furia e impotencia en quienes se ven perjudicados, y la percepción no siempre equivocada de que las normas son solo letra muerta que nadie respeta.
El paso siguiente es ignorar todas aquellas normas que nos incomoden, como el cinturón de seguridad o el casco, con el argumento válido que si los demás pueden hacer lo que quieran impunemente y a la vista de todos, por qué acatar lo que la Intendencia impone. Claro que en este aspecto juegan en contra la educación y el sentido de respeto que cada uno pueda tener y predomina la razón bajo protesta. Pero mucho se podría solucionar si la fiscalización municipal fuera realmente efectiva y justa, sancionando como corresponde a impertinentes que para su comodidad o placer vulneran el derecho de los demás.


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